lunes, 13 de junio de 2022

Revista La Sílaba

Numero 10 de la Revista La Sílaba de la ciudad de México. Año 2022. Ediciones: El gatito espejo. 

Allí una reseña de la obra de teatro "El amateur" escrita por mi. 

A la revista aquí.








lunes, 6 de junio de 2022

Presentación de un problema social. (O buscando hacerlo).





Pregunta:

¿Es un problema la falta de acceso a expresiones culturales en determinados sectores sociales desventajados?

Utilizare aquí la idea de cultura (siendo está muy amplia) como el derecho de acceso al goce de bienes y servicios culturales (papel pasivo), y la posibilidad de tomar parte, contribuir, crear y comunicar cultura (papel activo).[1]

Si efectivamente afirmamos que una familia de un barrio periférico de cualquier ciudad, de cualquier provincia, no acceda a leer un libro o a ver una obra de teatro, es un problema; cabría preguntarse ahora sí, por sus causas. ¿Es la falta de la voluntad individual o la influencia del grupo familiar? ¿Es la falta de incentivos en tal actividad, pasada de generación en generación y de contexto en contexto? ¿Puede la escuela tener algo que ver con todo esto? ¿Puede resumirse todo esto diciendo que tan solo fue la falta de una biblioteca o una cinemateca cerca, a la vuelta de la cuadra?

Si nos preguntáramos exactamente lo mismo, poniendo el ejemplo ya no de una familia de bajos recursos económicos viviendo en la periferia de una ciudad sino todo lo contrario, ¿cabrían las mismas respuestas? Puede que sí, aunque con la diferencia de que si existiese un mínimo de voluntad, estos tendrían la posibilidad y altas probabilidades de moverse lo suficientemente lejos para acceder a un libro de filosofía o a una película de Bertolucci. Yo mismo cada tanto me veo en la necesidad de viajar a Buenos Aires a buscar libros que aquí, donde estoy, no llegan. También sé que tengo amigos que tienen igual o más recursos económicos que yo, pero son poco afines a la cultura. Se de ellos que a diferencia mía, no nacieron en casas donde las expresiones artísticas sean difundidas y que tampoco alcanzaron grados de estudios altos, como si lo hice yo. Sea lo que sea no quiero caer en las amplias discusiones sobre el voluntarismo y el instinto, y mucho mas. No me interesa aquí poner el foco en aquellos grupos que tienen la oportunidad en sentido amplio de acceder algo y no lo hacen, porque es algo que no lo sé y también sería motivo de una pregunta.

Quiero enfocarme en el primer ejemplo: la familia de bajos recursos. En la Argentina, más del 50% de niños niñas y adolescentes son pobres según datos del INDEC. Para todos ellos esto es un condicionante sacado como un número de lotería. La falta de un capital económico no es solo el hecho de no tener dinero bajo el colchón sino todo lo que conlleva esto. La falta de recursos económicos es el equivalente a no tener tiempo, y la falta de tiempo el equivalente a no constituir ciertos intereses, que a su vez llevarlos a cabo requieren de tiempo. Por supuesto que lo que estoy diciendo no es un axioma y no siempre es así (lo mencione más arriba), pero algo de esto ya fue tratado por Marx y su alienación. También, algunas teorías de la democracia hablan de los altos costos que implica estar informado para elegir bien o al menos elegir al que esté más cerca de representar nuestros intereses. Schumpeter decía que el sistema democrático necesariamente requiere de una ciudadanía plena.

Cabría preguntarse si con los números de pobreza de nuestro país se alcanzaría esa plenitud. La encuesta nacional de consumos culturales del año 2017[2] reflejo que solo 4 de cada de 10 argentinos leyó un libro completo en el año. Los que no lo hicieron aludieron en un 47% a la falta de interés, en un 23% a la falta de tiempo, y solo en un 9% a los altos costos de los libros. No hace mucho tiempo alguien del medio local expreso que la gente no lee, no porque no quiere sino porque tiene que elegir entre comer y comprar un libro[3]. Esta frase que seguramente tiene mucho de estallido, se pincha si hincamos un poco su superficie. Un libro, inclusive en una ciudad como Posadas (donde la oferta no abunda), puede valer menos que un litro de cerveza. Aún más, hasta puede ser gratuito; la misma gratuidad que existe en el ingreso a museos y a algunos espectáculos teatrales. La gente no tiene interés en hacerlo. Esto puede ser salvado, al menos parcialmente, si existiese una cercanía de espacios que permitan el acceso a ellos. De la misma forma que lo ocurrido con la puesta en valor de los espacios públicos, y de la instalación de juegos y elementos para hacer actividades físicas en las plazas de la ciudad, donde los vecinos allegados empezaron a ocuparla y a verse interesados por ellos, no porque antes lo hayan estado sino porque el mismo surgió en tanto posibilidad de realización. En sentido amplio, lo que está en juego ahí es el derecho a la salud.

Otro ejemplo es la construcción de bicis sendas en la ciudad. Si bien existía un pequeño grupo[4] que instaba al estado la construcción de ellas, lo cierto es que una vez hechas, el número de ciclistas que la utilizan es cada vez mayor. La bicicleta no solo genera un beneficio (de salud) personal, sino que disminuye los accidentes de tránsito, no contamina el aire, y crea un paisaje acorde a los ojos humanos que ven cuerpos y no maquinas.  La inversión devengada en un área se recupera ahorrando en otra, y el estado necesariamente debe marcar la cancha por abogar por el bien común.

Con la construcción de espacios de cultura[5] en barrios periféricos, esa falta de interés del que hablábamos por la recepción y la expresión cultural no será tal; y en todo caso si aquello no ocurriere, la fundamentación de su existencia reposaría sobre el eventual interés de alguien que ante esto tendría el derecho de encontrar la oportunidad "real", sin mayores obstáculos, para satisfacer su necesidad. No es lo mismo decir (volviendo al principio del texto), puedo pero no quiero, que decir, quiero pero no puedo. La inversión (de vuelta) devengada se recupera ahorrando en otra. Está probado que a mayor educación (y he aquí la fuerte relación de la educación con la cultura, por ello muchos ministerios son de educación y cultura) menor conflictividad social y viceversa. La disminución del conflicto trae aparejado menos gastos en seguridad y menos gastos en el aparato judicial para la resolución de esos conflictos, entre otras. Si por cada barrio, o conjunto de barrios, habría un espacio de cultura que semanalmente disponga de una grilla de actividades, y supongamos que en esas actividades no asista más de una persona (lo cual no lo creo por experiencias compartidas), igualmente esa tarea tendría valor bajo la premisa de que nadie puede cambiar el mundo; y lo máximo que se puede hacer es cambiar la visión que tiene alguien del mundo. Actualmente se está discutiendo el desfinanciamiento de diferentes sectores culturales entre los que se encuentran las bibliotecas populares, cuando esto tendría que ser un derecho adquirido y la discusión tendría que pasar por la expansión de ellos y no su regresión. Así es difícil. Pero si no nos movemos no vamos a sentir las cadenas[6].



[4] Personalmente les agradezco.

[5] Espacios de cultura es un término a ser definido. Aun así, lo pienso como un lugar que tenga los elementos necesarios para participar pasiva y activamente de la cultura.

[6] Frase atribuida a Rosa Luxemburgo.

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