viernes, 26 de abril de 2024

Una bocanada de aire fresco ciudadano.

Alegato en defensa de la universidad publica.





Quiero escribir algo con respecto a la marcha sucedida en todo el país el día 24/4 con motivo de la defensa de la universidad pública Argentina. Lo primero será un poco el justificativo personal del porque me vi interesado, emocionado, y con la necesidad de participar de tal encuentro ciudadano. Lo segundo será una especie de festejo por lo que en el titulo llame, una bocanada de aire fresco ciudadano.  

Suelo ser reacio a marchas, por lo que veo que demasiado a menudo terminan partidizándose, haciendo del interés que es común a la mayoría de los manifestantes, a los interéses de unos pocos. Entonces, la protesta se vuelve, otra vez, una paradoja como la democracia misma, quiero decir, el poder del pueblo que no es del pueblo pero que tampoco es de la mayoría por que paso a ser de una minoría. Al igual que cuando tengo que justificar mi voto en blanco para no verme involucrado en la acción de tal o cual político que al terminar una elección ganada se cuelga la medalla diciendo: vieron, me votaron, que poder tengo ahora, aquí me pasa algo parecido. No quiero que me arrastren los intereses de unos pocos, que engañan, disfrazando sus intereses con los interéses de muchos.

Pues así es que evito involucrarme en movilizaciones de algún tipo, a pesar de propiciar en los diferentes ámbitos que opero, la necesidad de ocupar el espacio público, la necesidad de un sentido crítico de las cosas, la expresión en libertad plena y responsable, y todo aquello bajado desde una línea liberal verdadera, es decir “igual libertad”.

La única movilización que me llama y que desde hace unos años siempre pongo el cuerpo de una u otra forma, es el recuerdo del “Nunca más”, celebrado cada 26 de marzo de todos los años.  Ese día, aunque no marcho, suelo ir a un evento cultural donde se proyecte una película, haya una obra de teatro conmemorativa o una galería de fotografías alegórica; lo que sea que me pueda conectar con aquello. El nunca más es un día de recuerdo y de renovación colectiva, o al menos eso debería ser, de nuestra elección hacia un sistema que es democrático y constitucional. Dijimos nunca más al autoritarismo y decidimos como sociedad conversar igualitariamente sobre nuestro destino público. Lamentablemente, tengo la enorme sensación que esa bandera fue profanada por un grupo sectario que nuevamente corrió detrás de sus intereses, confundiendo gobiernos democráticos con dictaduras, división con unidad nacional, confundiendo décadas, queriéndonos llevar a lo peor de nuestra nación cuando el recuerdo es sobre lo mejor.

Mi conclusión: mantenerme distante. Sin embargo, hoy me dije a mi mismo que era necesario participar, no solo como graduado y docente de una universidad pública, sino también y, sobre todo, como ciudadano comprometido con una causa que resulto ser lo que pensaba que era.

La marcha en defensa de la universidad pública fue mucho más que la defensa a un presupuesto a asignar. No se trataba solo de recursos físicos, se trataba de una idea que la sociedad en su mayoría estableció como un valor; la educación pública, gratuita, inclusiva y de calidad. Se tocó una fibra social que al final de cuentas demostró trascender diferentes clases sociales, edades y posiciones políticas. Desde la imagen del taxista alentado desde su ventana, hasta personas mayores, cuya única relación es la de haber sido graduados, o ser padres de graduados o de estudiantes actuales. Supimos que aprox. el 80 % de los/as estudiantes universitarios, son de universidades públicas. Pero aun sin ese dato, es muy fácil darse cuenta el roce que tiene la universidad pública para con nuestra vida cotidiana. Todos, sino pasamos personalmente, conocemos a alguien que haya pasado, aunque sea un corto tiempo por esa institución. Nos dimos cuenta como argentinos que la universidad pública es parte de nuestra esencia, nuestra identidad. Hicimos de ella un consenso colectivo que cuando la pusieron en duda desde el gobierno, respondimos ratificándola con fuertes golpes de soberanía popular.


Poco a poco, según se fue desarrollando el día, nos fuimos dando cuenta que inclusive aquellas personas que hoy están en lugares de decisión, hablo de altos cargos públicos y privados, comunicadores, grandes académicos, profesionales de excelencia, habían sido graduados de esa misma universidad pública -tenemos 5 premios nobeles- hoy criticada. Lo cual de repente, metafóricamente, ya no solo el taxista alentaba por su ventana sino también el periodista del canal más visto.

Decidimos seguir sosteniendo la educación pública porque somos herederos de los reformistas del 1918; somos hijos de aquellos que dijeron “Nunca más”, a través de un juicio legal y legítimo. Hasta ahí llego nuestra unidad, nuestro acuerdo. No fue suficiente la argumentación del adoctrinamiento, del gasto innecesario, del derroche malversado. 

Por supuesto, siempre están los que buscan sacar provechos, son los berretas de siempre, lo que ya dan asco, son esa piedra en el zapato, son esos intereses minoritarios. Aun así, debemos aprender a convivir con ello porque ya se volvieron parte inevitable del juego.

Es innegable que debemos mejorar la educación, asegurar la calidad académica proveniente de la calidad docente y administrativa, claro que sí. Por supuesto que hay que reforzar las auditorias llevadas a cabo por la AGN y la SIGEN, bajo el principio de transparencia y respetando el principio de autonomía universitaria.

Y también, por supuesto, desde ya, que hay instituciones educativas que tienden desde sus directivos y altos mandos a adoctrinar y no estimular el sentido crítico que enriquece. Prácticas como las realizadas por la facultad de periodismo de La Plata son unos ejemplos de la propaganda que enceguece; pero es la excepción a la regla y debe tratarse como tal. Son los marginales que no entendieron ni las reformas del 1918 ni el “Nunca más”. Son los marginales de los que hable más arriba, los que confunden dictadura con un gobierno elegido, los que confunden liberalismo político con liberalismo económico.

El día de la marcha la sociedad se dio una bocanada de aire fresco ciudadano y seguramente muchos y muchas como yo, que hemos resistido a participar de estas manifestaciones por lo ya dicho, salimos a la calle, a ese espacio público que nos pertenece, con un libro en la mano y algunos inclusos con la Constitución, ese gran compromiso escrito bajo el idioma de la igualdad. Salimos a proclamar que las universidades publicas ya son parte nuestra, con recuerdos y vivencias grabadas en nuestra piel, o en nuestro corazón.




jueves, 11 de abril de 2024

Una vez mas.




El primer día clases puede arrancar así… ¿Por qué vinieron hasta acá? ¿Por qué se inscribieron a este seminario? ¿Por qué subieron las escalares y entraron al aula? ¿Por qué se levantaron tan temprano? ¿Qué hay de especial en estar acá? En este lugar optativo, opcional, es decir sin obligación, más que estar obligado a encontrar la consecuencia de no haber elegido esta opción. La respuesta puede ser, para conocer el derecho, ¿pero es que ya no lo conocen? Pregunto… Conocemos el derecho que tenemos por ser personas… pero ¿cuál es ese derecho? Silencio… Los derechos humanos, dicen. Para conocer el marco normativo que hace a nuestra profesión y ser mejores en nuestra labor, interrumpen... Entonces… ¿normas es lo mismo que derecho y derecho es lo mismo que derechos humanos? Pues no. Las normas son estipulaciones escritas. Un plan de estudio es una norma, el programa de este seminario lo es. La ley, en cambio, es un texto escrito pero esta vez hecho por el poder legislativo. Una autoridad distinta. Todo es norma, pero no todo es ley. Y así, todo es derecho, pero no todo es norma. También el derecho es la jurisprudencia -sentencias judiciales que exigen la realización de dar, de hacer o no hacer algo-; la doctrina -libros que hablan de la temática- y la costumbre - practica social que muchas veces tuerce la lectura de una norma, y así a la jurisprudencia y a la misma doctrina-. Como todo es derecho todo es derecho humano. Lo que constituye que los derechos se conservan en cabeza de tales. Se tiene derechos en tanto se es sujeto de derechos y un sujeto es una persona y una persona es humana. Pero cuando hablamos de derechos humanos lo hacemos es un contexto de guerra, donde un estado que se suponía era garante de los derechos de sus ciudadanos paso a ser garante de un proceso que los convertía en jabón y lámparas de hogar. Luego de esa segunda guerra mundial se crea la ONU (1945) y la puesta en común de limitaciones -autolimitaciones- impuestas a los estados nacionales a través de normas internacionales como la DUDH (1948), y los Pactos Internaciones de Derechos Civiles y Políticos, Económicos Sociales y Culturales (1966); y en nuestra región la Convención Americana de Derechos Humanos (1969) con sus respectivos órganos de control: la Comisión Interamericana y la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Esto ha hecho que nuestra constitución con su reforma del año 1994, en su art. 75 inc. 22 los incorpore, modificando de hecho el art. 1 de nuestra ley de leyes. Nuestro sistema ya no solo es representativo -soberanía popular a través de los representantes-, republicano –división de poderes, ejecutivo, legislativo y judicial-, y federal -estado nacional, provincial y municipal- sino también transnacional en materia de derechos humanos. Hecho que agrando a los solo 130 artículos (incluido el 14 bis) de la constitución nacional, e introdujo una ocupación mayor en el primer eslabón de nuestra pirámide jurídica. Este seminario trata sobre derechos, y específicamente sobre derechos sociales, es decir sobre algunas materias en particular: educación, salud, vivienda digna, trabajo, seguridad social…  pero también sobre derechos en general con algunos grupos en particular que históricamente han sido marginados por una construcción social e institucional injusta y prejuiciosa. Discapacitados, niños, pueblos originarios, usuarios del servicio de salud mental, entre otros. El apoyo está en el art 2 de la DUDH que expone el principio de igualdad y no discriminación. La igualdad puede ser formal o real. La del art. 16 de la CN es formal, la del 75 inc. 23 es real. Esta última, es la oportunidad dada por una acción positiva proveniente del estado. Así fue que ustedes vinieron hasta acá, hasta esta aula, porque tienen esa oportunidad. La de educarse en una universidad pública. Ese derecho exige la obligación en términos jurídicos de pagar impuestos, pero en términos éticos, exige que ustedes brinden la oportunidad a otros/as de estar en iguales condiciones de acceso y ejercicios de derecho. Así esto se vuelve una gran cadena de favores, y por ahí el mundo se pueda salvar.

 

miércoles, 27 de marzo de 2024

Primero lo justo, luego lo feliz.

 

“Alegoría de un buen gobierno”. Ambrogio Lorenzetti.

 

Rawls propuso una teoría de la justicia para sociedades democráticas. Ello, tenía un carácter marcadamente igualitarista frente a perspectivas individualistas y de extrema competencia propia de sociedades liberales. En definitiva, Rawls, propiciaba un liberalismo igualitario, o un socialismo liberal, o una democracia de propietarios.

No discriminación.

Para Rawls, en una sociedad democrática justa, las personas no deben estar condicionadas por distinciones personales como la raza, el sexo, situación económica, etc., que, al decir de él, son circunstancias que no deberían tener ninguna relevancia moral. En definitiva, todas las personas deberían poseer igual valor y dignidad. Es lo que se determina en el art. 2 de la DUDH. (cláusula de no discriminación).  Su justificación parte de una premisa: la injusticia es una consecuencia que me cabe por una causa que yo no la provoque; ej. si tengo menos derechos y oportunidades por haber nacido en un barrio pobre y no en un barrio rico, la sociedad es injusta, en tanto nadie elige donde nacer (lo que él llamaría naturaleza azarosa).

Rawls contra el utilitarismo.

El utilitarismo es una corriente filosófica - política, que, a la hora de resolver un dilema sobre la decisión a tomar, elige aquella que satisfaga la felicidad del mayor número de individuos posibles. Es así, que concibe a la democracia como el mejor sistema de gobierno, en tanto otorga a cada ciudadano un voto (una persona, un voto), alegando que aquello garantiza a todos ellos un mismo valor.

Para Rawls, si bien esta doctrina era bienintencionada, no garantizaba la primacía de la justicia dando a cada ciudadano un igual valor.

¿Por qué?

Aunque era cierto que una decisión tomada por la regla de la mayoría era más eficiente en términos de tiempo y espacio en un sistema social, se preguntaba si cualquier decisión, por más mayoritaria que fuese, valía. Si, por ejemplo, elegimos mayoritariamente como deberían vivir los negros, ¿aquella decisión debería ser tomada en serio? Exigía que previamente las propuestas deberían estas justificadas, y esa justificación lo leía en términos de justicia, no de felicidad (primero lo justo, luego lo feliz).  Afirmaba entonces: “Cada persona posee una inviolabilidad fundamentada en la justicia que ni la consideración del bienestar de la sociedad en su conjunto puede anular”.

Rawls, reprocha al utilitarismo por confundir imparcialidad con impersonalidad. Aunque puede ser noble en intenciones al otorgar a cada sujeto el mismo valor numérico, en la práctica puede ser nefasto para la libertad y la igualdad de las personas. Es así, que la búsqueda del bienestar general o de la mayoría, puede llevar a la justificación de que algunos ciudadanos sean convertidos en simples medios, y a ser utilizados como meros objetos para fines colectivos. -Como diría Kant, una persona no es un instrumento, es un fin en sí mismo-.

Una teoría alternativa.

Para Rawls, la cultura política de las democracias avanzadas entiende a la sociedad -ni comunidad, ni asociación- como un sistema de cooperación a lo largo del tiempo, de una generación a otra. Ello requiere, que las reglas de cooperación sean aceptadas por todos los miembros -principio de dignidad-, ya que no se puede cooperar forzadamente. Quiere decir esto, que los bienes sociales que se han producido colectivamente (gracias a esa cooperación), deben ser distribuidos justamente. Es decir, hay un problema de justicia distributiva cuando todos los ciudadanos participan de algún modo en la cooperación de la producción de bienes sociales a distribuir.

Mucho más, dice Rawls, cuando los recursos de una sociedad son escasos y sus integrantes son más o menos parecidos en lo que hace a capacidades naturales, buscando todos ellos la realización de su proyecto de vida -para lo que requieren bienes sociales-, existe una necesidad elemental de general más bienes sociales para su distribución. En efecto, se aclara aquí la preocupación sobre los planes de vida caros, ya que, quien requiera extraer recursos en mayor cantidad que otros, puede afectar esa misma distribución.

Principios de justicia.

La función de los principios de justicia consiste en regular la estructura básica de la sociedad, determinando que expectativas de beneficios pueden esperar sus miembros a cambio de cooperar.

Rawls, propuso dos principios de justicia. El primero consistía en distribuir aquellos bienes sociales que de ninguna manera podían ser desiguales entre los ciudadanos; y el segundo, regular aquellos bienes sociales cuya distribución desigual seria justificable. 

Dentro del primero se encuentran las libertades clásicas de la tradición liberal. Pensamiento y conciencia, libertades de asociación, libertades vinculadas a la autodeterminación, libertades implícitas al estado de derecho, y lo que Rawls llamo: la “cláusula del valor equitativo de las libertades políticas”, que buscaba garantizar que todas las personas tengan la misma capacidad de participar e influir en el proceso político democrático (una conversación entre iguales).

Para el segundo caso, Rawls entendía que, sin ciertas desigualdades, la cooperación social no sería tan productiva, y que por lo tanto habría menos bienes a distribuir, lo que llevaría a que los ciudadanos tengan menos posibilidades de realizar su proyecto de vida. Entre esos bienes estaba el de la propiedad.

Pero para justificar aquellas desigualdades económicas y sociales, se tenían que satisfacer dos condiciones. La primera es el principio de igualdad de oportunidades, consistente en igualar las condiciones de partida de todos los individuos. La segundo el principio de la diferencia. Este principio consistía en que las desigualdades en la democracia solo serían justas (luego de satisfacer la igualdad de oportunidades) si los que menos tienen salen ganando con ella, y, por ende, son los primeros en aceptarlas.

Ahora sabemos que no es el mérito lo que justifica la desigualdad, sino el beneficio para el que menos tiene. Expresa Gargarella: “Rawls acuñó una idea que luego (a través de Carlos Nino) el ex Presidente Raúl Alfonsín convirtió en frase propia: necesitamos mirar a la sociedad desde el punto de vista de los más desaventajados”

 

 

 


lunes, 11 de marzo de 2024

Representación política: la idoneidad más allá de los títulos.


Imagen sacada de Pinterest.


La controversia desatada por la diputada nacional Natalia Zaracho, quien no ha completado su educación secundaria, se ha convertido en el epicentro de un debate sobre la idoneidad y requisitos para ocupar cargos políticos. Durante un enfrentamiento con la canciller Diana Mondino, esta última señaló la problemática de legislar sin poseer un título secundario, planteando el interrogante de si realmente constituye un inconveniente.


El derecho político por antonomasia es el de elegir y ser elegido (art. 23 inc. b. CADH.; art. 38 CN.) Para lo primero, en la Argentina, el requisito necesario es ser ciudadano y ser mayor a 16 años -en términos muy generales-. Para lo segundo, es necesario formar parte de un partido político y presentarse a elecciones.  

La Constitución Nacional exige en su art. 48 que para ser diputado/a nacional se requiere: haber cumplido veinticinco (25) años de edad, tener cuatro años de ciudadanía en ejercicio, ser natural de la provincia que lo elija o con dos años de residencia inmediata en ella. El control de estos requisitos le corresponde a la Cámara Nacional Electoral.

Como vemos, la Constitución de nuestro país no exige la terminación de una carrera educativa, es decir un nivel de instrucción, para ocupar un cargo electivo como diputado/a. No obstante, y esto es importante, en su art. 38 determina, que los partidos políticos como instituciones fundamentales del sistema democrático -de allí su sostenimiento económico por parte del Estado-, deben capacitar a sus dirigentes y postular a los candidatos más capaces para la ocupación de cargos electivos. Es razonable entonces, que en un sistema donde el monopolio de las candidaturas provenga de los partidos, se deba acentuar la responsabilidad de estos cuando sean culpables de malas propuestas. Ello, se debe vincular, sobre todo, con exigencias éticas y compromisos cívicos-democráticos.

Asimismo, el art. 16 del mismo cuerpo legal exige la exclusiva condición de “la idoneidad” para la admisibilidad en los empleos públicos. Idoneidad que debe ser entendida genéricamente como aptitud necesaria para ejercer una actividad. Así, si lo llevamos a una actividad que requiere conocimientos técnicos, como por ej. para ser juez es necesario ser abogado, la idoneidad es casi por entero legal y objetiva. Pero si lo llevamos hacia el caso que tratamos aquí, a saber, una actividad que consiste en el ejercicio de la representación política, la idoneidad te la da el voto, siendo esta casi por entero legitima y subjetiva. -El derecho a elegir del pueblo no radica en que no se equivoca, sino en el derecho que tiene a equivocarse-.

La pregunta que surge entonces es: aunque la ley no exija un nivel de instrucción, ¿por qué parte de la sociedad legitima en su elección a alguien con tal nivel educativo?

De esto brota una problemática mayor que tiene que ver con la educación, y puntalmente, la deserción escolar. Según un estudio de Unicef que analiza la encuesta de Niñas, Niños y Adolescentes hecha entre 2019 y 2020 en nuestro país, el 29% del 15% que abandona la secundaria, lo hace por razones socioeconómicas. Sumado a esto que solo 14 de cada 100 adolescentes, termina en tiempo y forma el periodo escolar. La respuesta a la pregunta anterior un poco que se responde sola. En todo caso, la pregunta que habría que hacerse es, ¿por qué una persona que padeció, según dice, lo mismo que padece una gran porción de la sociedad, no puede ser diputada, es decir representante de esa porción? De hecho, lo que se ve, es que el apotegma de que el congreso es el espejo del pueblo, acá muy bien se da.

Para terminar, me parece que juzgar a una persona por su nivel de suerte, es equivocado. Siempre es mejor tener buena suerte que mala suerte, eso está claro. Pero cuando la suerte esta ligada al lugar que ocupas en la estructura social, condicionando en gran medida tu vida -soy negro, soy mujer, soy pobre-, la sociedad a la que perteneces es injusta (dirá Rawls). En el presente caso sería discriminación y pre-juicio. La medición debería hacerse entonces, ya no en relación a cuál es el lugar que llegaste en un determinado ámbito, sino hasta donde llegaste con lo que tuviste desde tu posición inicial -oportunidades-, y que haces allí. La cuestión de la idoneidad se traslada, ya no para el acceso, sino para el ejercicio. Tu definición pasa por la accion.

Ponderar el mal desempeño de un representante, requiere de apreciaciones subjetivas vertidas en un juicio, ya sea a través de un mecanismo institucional como el juicio político -representantes sobre representantes-, o como la revocatoria de mandato -pueblo sobre representantes-. Este último, deberá comprender la causal de destitución por incumplimiento de las promesas de campaña –tal como lo hace el art. 52 de la Constitución de Entre Ríos- en base a una idea de representación política sostenido en una teoría del mandato que se sitúa en un punto intermedio entre el sistema de manos atadas y el sistema de manos libres – tal como lo sostiene Horacio Rosatti en “El contrato de mandato político”-.    

El problema no es de convicción ni de instrucción de alguien en particular. Es un problema educativo en chico, y económico en grande, de una sociedad en general. No es un inconveniente legislar sin titulo secundario, sino mas bien un síntoma de un país pobre y con una educación paupérrima.

 

viernes, 16 de febrero de 2024

Cuando lo vi por primera vez a Sebreli.

Cuando lo vi por primera vez a Sebreli.  

A Sebreli creo que lo vi por primera vez en un programa de televisión. No recuerdo, si de chimento político, o de entrevistas con aire mas bien intelectual y culto. Sebreli, parecía ser se prendía en casi todas como buen intelectual de pavimento (intelectual comprometido se dirá). Discutía con todos, desde Horacio Gonzales, quien fuera su amigo, hasta con periodistas irrelevantes y mal educados. Por ahí me equivoco y quizás lo vi por primera vez en “Aguas Fiestas”, el programa de entrevistas que hacia con Gioffre en diferentes cafés de la ciudad de Buenos Aires, con invitados vario pintos, hablando de arte, cultura, filosofía y política. Me llamo la atención su figura elegante y modesta. Primero su estética, luego su posición política. La voracidad con lo que contaba su verdad.  

Cuando adquirí su primera obra.

Compre el libro de Sebreli en una tienda de San Telmo, barrio viejo de la ciudad de Buenos Aires. Antes, había recorrido varias librerías y locales que vendían cosas viejas y rotas. Casi dos horas así, y nada, no lo encontré hasta el final del recorrido cuando ya me iba a tomar el subte de vuelta a Villa Crespo. En la última calle, entre de prepo a una casa de libros usados y pregunte por Sebreli. -Hola, Sebreli tienen, dije. Dos ancianos con barbas blancas atendían el lugar. Uno de ellos me miro y no me respondió; el otro, que salió de atrás de uno de los estantes, me dijo - ¿Sebreli? A ver, a ver. Me queda este. Es el ultimo. Y me mostro el título: “El asedio a la modernidad” en editorial Sudamericana. -Seguramente la mejor obra de este intelectual, opino el anciano. Agarre el libro, lo observe unos instantes y lo acaricie con mis dedos. La figura de la tapa eran invenciones de la modernidad como un microscopio y esas cosas. Luego, di vuelta la cara y le sonreí a Maria como un niño que se da vuelta a obsérvale a los padres antes de subir a algún juego de un parque. -Qué bueno, dije. Me lo llevo. De donde soy no se conseguí esto.  -A no? ¿Y de dónde sos?, me pregunto el anciano. -De misiones, le respondí. -Uu… ahí hace un calor bárbaro, exclamo el anciano. -Si, y acá el aire este re contaminado, respondí desafiante. -Acá el aire está contaminado, pero lo conseguís a Sebreli, me dijo riéndose. Yo también me reí y me fui. Esto fue un diciembre del año 2019. Lo sé por qué a mis libros les pongo fechas. Creo que esa misma noche nos fuimos a escuchar jazz a Thelonious, y por la siesta nos comimos un brownie loco. Ya en el colectivo, agarré el libro y me puse a leer. Su introducción fue para mi un baldazo de luz sobre x cuestiones. Ej: “La historia perdió el lugar de privilegio que tuvo en épocas anteriores, y fue sustituida, como ciencia piloto, por la antropología y la lingüística, y sobre todo por una antropología basada en la lingüística. Al mismo tiempo surgieron ciencias nuevas, la semiótica, la semiología, o seudociencias como la gramatologia, las cuales no se ocupan de ningún contenido, y se reducen tan solo al “discurso” que es, según parece, de lo único que se puede hablar”. (Sebreli. 1991. p. 13)

Cuando lo vi por primera vez (en persona) a Sebreli.

Lo más cerca que estuve de Sebreli en persona, fue sentarme en un banco de plaza Francia. Hubiera deseado estudiar en buenos aires para tener mas tiempo, y darle mas posibilidades al azar. Conozco a alguien, que comparte la misma pasión por los libros que yo, pero a diferencia mía sí vivió en buenos aires. Me dijo: -A Sebreli siempre lo veía en las librerías, compraba libros usados como yo -se agrandaba. En cualquier discusión, literaria, política… estaba él, y era muy bueno. Otro conocido, que también vivió en buenos aires muchos años, cuando por una razón le hable de Sebreli, me dijo, -Sebreeeli, síi. Siempre lo veía en el subte. Siempre con saco. Ree de derecha el viejo. Yo le respondí que Sebreli era uno de los intelectuales más de izquierda que conocía.    

 

 

 

sábado, 13 de enero de 2024

LA SOLUCIÓN ES POLITICA. PERO NO CON ESTA CLASE POLÍTICA.




INTRODUCCIÓN.

En el siguiente texto se hace una mínima referencia a la clase política[1] entendida como clase perfectamente delimitada; la necesidad de que un gestor cultural reconozca y discuta los asuntos públicos, generando reflexión y no distracción; desnaturalice lo natural para poner en evidencia la dominación y a si llamar de una vez por todas a la resistencia, a la rebelión.

 

“Imagínese un obrero que hace 20 años que está casada con la misma mujer. Su matrimonio y sus costumbres están dominados por la rutina. Hasta que un día abre su armario en la fabrica y encuentra una nota que le dice que la esposa lo engaña. Esa noche, cuando vuelva a su casa, ya nada va a ser igual. Si su mujer le ha cocinado el plato que le gusta, pensara que lo hizo por culpa; si no, confirmara que él ha dejado de importarle. Agitar es desrutinizar, es hacer que lo normalizado deje de serlo para abrirle paso a nuevas ideas, a nuevas formas de mirar la realidad”. (Fragmento sacado de un texto de José Nun).

 

A PROPÓSITO DE LA CLASE POLÍTICA.

Se hace menester des culturalizar la Democracia como ese sistema que tiende únicamente a identificarse como el acto ritualistico del voto. En la clasificación denominada “Democracia maximalista”, la misma incluye un fuerte sentido de inclusión y deliberación, al tiempo de un amplio acceso a la información pública.

Si tomamos a Vich, la palabra inclusión no cabría, ya que en su forma de entender la cultura nadie quedaría afuera. A mi entender, su representación del cosmos social es como una rueda donde lo llamado “identidad” es aquello que ocupa el mayor espacio, y por ende tiende a “dominar” a aquello que ocupa el menor espacio. Esto último es lo llamado por él, inter culturalidad (Vich. V. 2014).

Asimismo, veo que aquello, (la identidad) no es un sustantivo sino un verbo, en el sentido mismo de un proceso de transformación social. Entonces, la representación de la rueda no es estática sino en movimiento, donde el color, (o los colores), que ocupan el menor espacio buscan ocupar el mayor, para pasar así de la inter culturalidad a la identidad. En definitiva, todo se define en un juego de poder donde la igualdad puede ser ampliamente discutida, y la idea de des culturalizar un camino sin ningún final (Vich. V. 2014).

Pareto plantea, mencionado por Arturo Pellet Lastra, que es imposible concebir una sociedad sin clases, en tanto lo real es que los individuos no son iguales y a la vez las clases sociales no son enteramente distintas. Su diferencia radicaría en las capacidades y la oportunidad de usarlas; clasificando así a grupos de elite, y no elite -masa- (Lastra. A. 2003).

Volviendo a la rueda, pienso, que el giro se debe desarrollar sobre la base de un suelo ríspido. Un suelo ríspido sería una cultura del conflicto, pero que por ello no deja de rodar sobre un mismo piso; hago alusión con esto, a un acuerdo mínimo (y relativamente duradero), como sería el decir: “somos del mismo mundo, venimos y vamos al mismo mundo”[2]. Si en la sociedad actual la pesadumbre pasa por las diferencias, habría que poner el ojo en las semejanzas e incorporarlos en nuestras narrativas.

Con respecto a los colores de la rueda, la ocupación del espacio no pasa a ser física sino ideológica. No tiene que ver con amplitud sino con intensidad. Paradojalmente, siendo la Democracia un poder situado en el pueblo en sentido amplio, con la posibilidad de que la mayoría gobierne, vemos al poder (también en sentido amplio) repartirse en pocas manos.

La clase política como clase, fue ampliamente discutida por teóricos[3] de las ciencias sociales. Afirmamos así, que en la historia nunca existió el gobierno de las mayorías tal como pretendía Rousseau (Montesquieu se acerca más a lo sucedido, porque piensa un remedio institucional para ello) sino una minoría perfectamente determinable y organizada ejerciendo el poder, procurando que la voluntad de los que están afuera de él -los más- se inclinen hacia los designios de los que están adentro -los menos- (Lastra. A. 2003). Vox dei Vox Populi expresada por un líder. Su dominación se oculta a través del recurso dominativo ideológico, en el sentido mencionado por Guillermo O Donnell en “Apuntes para una teoría del estado”.

Si reducimos la democracia al sufragio, corremos el riesgo (en el que ya estamos) que se diga muy livianamente “espera y vota”. En tiempos actuales donde la creación de sentidos es fuerte, y donde se pone en crisis hasta la mismísima autonomía individual, también aquel acto parece flaquear. De hecho, puede pasar, que la misma Democracia desaparezca por medio de la votación a un villano; y luego… no nos quede nada (Steven. L & Daniel. Z. 2018).

MELODÍA PARA UN GESTOR CULTURAL.

Desde la gestión cultural se puede actuar de dos formas, que podríamos decir, salen de la misma puerta.

Una, es articulando lo que ya está, lo que se tiene a mano, a la vista. Es esto decir -bueno a ver que hay y lo hacemos, lo resolvemos. Ser un práctico, y en el pragmatismo transformar.

La otra forma de hacerlo es desde la disconformidad. Decir- no me gusta lo que hay, quiero más; y en esa búsqueda a algo nuevo, transformar.

Si bien es cierto que un gestor “cultural” es un polifacético, siempre actúa (o debería actuar) desde un enfoque social. Buscar comprender su derredor, mirar hacia los lados (ser de izquierda[4]), y criticar el discurso político. Ser un actor social, en tanto la cultura es regulador de las formas en que se practican las relaciones sociales (Vich. V. 2014); y por ende un alterador del espacio, siéndole impedido la duplicación de lo que ya fue dado. Debería negociar nuevas formas de reproducción y de esa manera construir relaciones de poder distintas. Su función se centra en ser un activador de derechos (resignificar) desde un enfoque de igualdad en el acceso a ellos (Andrade, M. 2021). No puede pasar de largo ese cometido, y su atención no puede caer en la imprudencia de no reconocer situaciones de discriminación. Al final, su deber pasa por remover obstáculos en sus diferentes ámbitos de acción. Sino lo hace, sería un gestor, pero no un gestor cultural.

Se promueve, desde este enfoque, alejar a la cultura de los debates estrictamente culturalistas -especializados-, para pasar a abrir el abanico y articular tanto cultura como democracia y ciudadanía, y lograr así de esta forma que la política cultural sea un dispositivo central para aquella transformación social (Vich. V. 2014).

DES CULTURALIZAR ES DES NATURALIZAR.

La modernidad se constituye en paralelo a la conquista de América. El colonialismo se forja así desde la explotación y apropiación de los recursos naturales del continente, en tanto se relega al mínimo las culturas locales (la cosmovisión) dando paso a un eurocentrismo que se presenta como el conocimiento verdadero, válido y por ende hegemónico.

La fuerza (física) utilizada en aquel tiempo fue reemplazada en los albores de la configuración de los Estados Nacionales (Latinoamericanos) por la imposición de un orden natural de las cosas. La determinación de lo natural es obtenida por medio de un filtro denominado razonabilidad [5]; pasando así de la barbarie a la civilización; de la locura a la razón; de la ley natural a la ley positiva. La síntesis de los pensadores contractualistas desde el siglo XV quedó reflejada en la Revolución Francesa con la instauración de principios universales como la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Aquí es importante señalar la redacción por parte de Olympia de Gouges de la declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana en el año 1791, parafraseando la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano dos años atrás, como un acto de rebeldía que buscó mostrar la comparación entre la dominación colonial y la dominación patriarcal, estableciendo de este modo analogías entre mujeres y esclavos (Viveros. V 2016). La razón como filtro es utilizada para la conversión de un nuevo esquema de poder; del monarca a la burguesía. Del uno, a los pocos.

Es así que la libertad y la igualdad como principios universales desde su origen se ven truncados; el contrato social pasa a ser un contrato sexual; la razón como medio de determinación de lo natural es sesgada; y el conocimiento no es poder, sino que el poder termina por establecer que es conocimiento. La verificación de ello es simple y se ve reflejada en la distribución de los derechos políticos (conceptualización de la ciudadanía).

En Inglaterra, hasta bien entrado el siglo XIX el sufragio se restringía únicamente a los propietarios de la tierra; recién para el año 1918 se reconoce el derecho al sufragio de todos los “hombres”, al mismo tiempo que se concede el acceso al mismo a las “mujeres”. En los EE. UU., los hombres negros y mujeres negras recién acceden a ese derecho político en el año 1965 (Marshall. T. H.). De esta forma se funda una clasificación del mundo según la propiedad, la raza y el sexo, como piedra angular de un patrón de poder que opera en diferentes planos y dimensiones de la existencia cotidiana, excediendo, claro está, el ámbito de los derechos políticos.

Hoy la discusión, en términos generales, ya no pasaría por la distribución de los derechos políticos, sino por su contenido, vacío por la casi nula incorporación o complementación de derechos económicos, y hasta civiles desde un lugar de libertad positiva.

La desigualdad económica es causa de la desigualdad social y esta, de la desigualdad política. A estas alturas (volviendo a lo mismo) elegir cada tanto (una persona un voto) ya no alcanza pasando a ser solo una forma más de legitimación de la opresión. Los ganadores siempre son los mismos y tienen la excusa perfecta para decir a: “a mí me votaron, ahora me cuelgo la medalla”. Utilizan la democracia a su conveniencia, con una mirada muy corta de los derechos humanos, compeliendo así a los hombres a rebelarse contra la tiranía y la opresión (DUDH. Prologo).

La solución siempre es política, pero “no” con esta clase política que se sostiene sobre una desigualdad económica, a estas alturas inaceptable desde cualquier lugar ético.



[1] La clase política busca aquí ser referenciada de modo amplio. Tiende a señalar a cierta elite política (independientemente expresen amar u odiar al pueblo, en tanto que la importancia radica en conductas), elite judicial y económica, cuya característica principal es la de permanecer en el tiempo.    

[2] Para los juristas, ese acuerdo común es la constitución nacional.

[3] Mosca, Pareto, Michels, etc.

[4] Una izquierda representada en Argentina por figuras como Leandro N. Alem y Alfredo Palacios.

[5] ¿Qué es la razón? Lo empírico; aquello que puede ser sometido a prueba a través del método científico.


 

BIBLIOGRAFIA.

LASTRA, Arturo Pellet (2003). “Teoría del estado”. Abeledo Perrot.

MARSHALL, Thomas Humphrey. “Ciudadanía y clase social”.

PAÍS ANDRADE, Marcela (2021). “La gestión cultural en y desde una mirada interseccional”.

QUIJANO, Aníbal (2007). “Colonialidad del poder y clasificación social”.

STEVEN Levitsky & DANIEL Ziblatt, 2018. “Como mueren las democracias”. www.lectulandia.com

VICH, V. (2014). Introducción y Capítulo 4. “Des culturizar la Cultura”.

VIVEROS VIGOYA, Mara (2016). “La interseccionalidad”.

Articulos.