Cuando lo vi por primera vez a Sebreli.
A Sebreli creo que lo vi por primera vez en un
programa de televisión. No recuerdo, si de chimento político, o de entrevistas
con aire mas bien intelectual y culto. Sebreli, parecía ser se prendía en casi
todas como buen intelectual de pavimento (intelectual comprometido se dirá). Discutía
con todos, desde Horacio Gonzales, quien fuera su amigo, hasta con periodistas
irrelevantes y mal educados. Por ahí me equivoco y quizás lo vi por primera vez
en “Aguas Fiestas”, el programa de entrevistas que hacia con Gioffre en
diferentes cafés de la ciudad de Buenos Aires, con invitados vario pintos,
hablando de arte, cultura, filosofía y política. Me llamo la atención su figura
elegante y modesta. Primero su estética, luego su posición política. La
voracidad con lo que contaba su verdad.
Cuando adquirí su primera obra.
Compre el libro de Sebreli en una tienda de San
Telmo, barrio viejo de la ciudad de Buenos Aires. Antes, había recorrido varias
librerías y locales que vendían cosas viejas y rotas. Casi dos horas así, y
nada, no lo encontré hasta el final del recorrido cuando ya me iba a tomar el
subte de vuelta a Villa Crespo. En la última calle, entre de prepo a una casa
de libros usados y pregunte por Sebreli. -Hola,
Sebreli tienen, dije. Dos ancianos con barbas blancas atendían el lugar.
Uno de ellos me miro y no me respondió; el otro, que salió de atrás de uno de
los estantes, me dijo - ¿Sebreli? A ver,
a ver. Me queda este. Es el ultimo. Y me mostro el título: “El asedio a la
modernidad” en editorial Sudamericana. -Seguramente
la mejor obra de este intelectual, opino el anciano. Agarre el libro, lo
observe unos instantes y lo acaricie con mis dedos. La figura de la tapa eran
invenciones de la modernidad como un microscopio y esas cosas. Luego, di vuelta
la cara y le sonreí a Maria como un niño que se da vuelta a obsérvale a los
padres antes de subir a algún juego de un parque. -Qué bueno, dije. Me lo llevo.
De donde soy no se conseguí esto. -A no?
¿Y de dónde sos?, me pregunto el
anciano. -De misiones, le respondí. -Uu… ahí hace un calor bárbaro, exclamo
el anciano. -Si, y acá el aire este re
contaminado, respondí desafiante. -Acá
el aire está contaminado, pero lo conseguís a Sebreli, me dijo riéndose. Yo
también me reí y me fui. Esto fue un diciembre del año 2019. Lo sé por qué a
mis libros les pongo fechas. Creo que esa misma noche nos fuimos a escuchar
jazz a Thelonious, y por la siesta nos comimos un brownie loco. Ya en el
colectivo, agarré el libro y me puse a leer. Su introducción fue para mi un
baldazo de luz sobre x cuestiones. Ej: “La
historia perdió el lugar de privilegio que tuvo en épocas anteriores, y fue
sustituida, como ciencia piloto, por la antropología y la lingüística, y sobre
todo por una antropología basada en la lingüística. Al mismo tiempo surgieron
ciencias nuevas, la semiótica, la semiología, o seudociencias como la
gramatologia, las cuales no se ocupan de ningún contenido, y se reducen tan
solo al “discurso” que es, según parece, de lo único que se puede hablar”.
(Sebreli. 1991. p. 13)
Cuando lo vi por primera vez (en persona) a Sebreli.
Lo más cerca que estuve de Sebreli en persona, fue
sentarme en un banco de plaza Francia. Hubiera deseado estudiar en buenos aires
para tener mas tiempo, y darle mas posibilidades al azar. Conozco a alguien,
que comparte la misma pasión por los libros que yo, pero a diferencia mía sí
vivió en buenos aires. Me dijo: -A Sebreli siempre lo veía en las librerías, compraba libros usados como yo -se agrandaba. En
cualquier discusión, literaria, política… estaba él, y era muy bueno. Otro
conocido, que también vivió en buenos aires muchos años, cuando por una razón
le hable de Sebreli, me dijo, -Sebreeeli,
síi. Siempre lo veía en el subte. Siempre con saco. Ree de derecha el viejo. Yo
le respondí que Sebreli era uno de los intelectuales más de izquierda que
conocía.
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