Hemingway era un tipo duro y
combativo. Un individuo individualista y atractivo, que se pasó su vida
haciendo llamados de atención; hasta el sonido del tiro de escopeta volándose
los sesos, con estilo (diría Bukowski). Era un charlatán que se la pasaba
hablando de sus proezas físicas porque en el terreno de la intelectualidad y la
oratoria dejaba mucho que desear. Cuando se sentía perdido en la competencia,
cualquiera sea esta, se ponía nervioso y buscaba boxear. Decía algo así como: “¿Así que te crees guapo? Salgamos afuera y
boxeemos” Así fue lo que ocurrió en
la primavera de 1925 cuando Hemingway compitió con Harold Loeb por los favores
de Lady Duff Twisden (lo que él mismo llamaba una autentica devoradora de
hombres) en los cafés de Paris. Hemingway
no solo perdió esa partida, sino que producto de su indignación, desafío a un
duelo de boxeo a Loeb; pero también allí salió mal parado y se vio humillado. Este
hecho tendría repercusiones en su primera novela (fiesta) en donde el protagonista, Jack Barnes, era un tipo
sexualmente impotente y por tanto incapaz de disfrutar de una existencia plena.
En la misma obra aparecerán las otras obsesiones de Hemingway; los supermachos,
ejecutando grandes proezas, y las mujeres, como Lady Brett, enemigos invencibles
de los hombres. Hemingway era un tipo duro y combativo, pero en el fondo solo
era blando como una gelatina, y sensible como los labios. Su necesidad de
mostrar rudeza solo dejaba en manifiesto su falta de confianza personal
encubierta en una vida de energía derrochada.
Entrevista de George Plimpton a Hemingway:
-
¿Podría contarnos algo acerca del proceso
creativo? ¿Cuándo trabaja? ¿Sigue un horario riguroso?
Cuando estoy escribiendo un libro o un relato
empiezo a trabajar cada día después del amanecer, tan temprano como puedo. A
esa hora nadie me interrumpe, hace fresco o frío, y voy entrando en calor a
medida que escribo. Leo lo que he escrito el día anterior y, como todos los días
me detengo cuando ya se lo que viene después; continuo a partir de ahí. Yo
escribo hasta que llego a un punto en el que todavía tengo combustible y se lo
que va a pasar después. Paro y trato de aguantar hasta la mañana siguiente, y
entonces me pongo en marcha nuevamente. Empiezo a las 6 de la mañana, digamos,
y puedo trabajar hasta el mediodía o acabar antes. Cuando uno termina, se
siente tan vacío y a la vez tan lleno, como cuando ha hecho el amor con alguien
a quien ama. Nada puede hacerle daño, nada malo puede sucederle, nada tiene
importancia hasta el día siguiente, cuando vuelve a la tarea. Lo difícil es
soportar esa espera hasta el día siguiente.
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