jueves, 17 de marzo de 2022

Ernest .-

 


Hemingway era tipo duro y combativo. Un individuo individualista y atractivo, que se pasó su vida haciendo llamados de atención; hasta el sonido del tiro de escopeta volándose los sesos, con estilo (diría Bukowski). Era un charlatán que se la pasaba hablando de sus proezas físicas porque en el terreno de la intelectualidad y la oratoria dejaba mucho que desear. Cuando se sentía perdido en la competencia, cualquiera sea esta, se ponía nervioso y buscaba boxear. Decía algo así como: “¿Así que te crees guapo? Salgamos afuera y boxeemos” Así  fue lo que ocurrió en la primavera de 1925 cuando Hemingway compitió con Harold Loeb por los favores de Lady Duff Twisden (lo que él mismo llamaba una autentica devoradora de hombres) en los cafés de Paris.  Hemingway no solo perdió esa partida, sino que producto de su indignación, desafío a un duelo de boxeo a Loeb; pero también allí salió mal parado y se vio humillado. Este hecho tendría repercusiones en su primera novela (fiesta) en donde el protagonista, Jack Barnes, era un tipo sexualmente impotente y por tanto incapaz de disfrutar de una existencia plena. En la misma obra aparecerán las otras obsesiones de Hemingway; los supermachos, ejecutando grandes proezas, y las mujeres, como Lady Brett, enemigos invencibles de los hombres. Hemingway era un tipo duro y combativo, pero en el fondo solo era blando como una gelatina, y sensible como los labios. Su necesidad de mostrar rudeza solo dejaba en manifiesto su falta de confianza personal encubierta en una vida de energía derrochada.

Entrevista de George Plimpton a Hemingway:

-          ¿Podría contarnos algo acerca del proceso creativo? ¿Cuándo trabaja? ¿Sigue un horario riguroso?

Cuando estoy escribiendo un libro o un relato empiezo a trabajar cada día después del amanecer, tan temprano como puedo. A esa hora nadie me interrumpe, hace fresco o frío, y voy entrando en calor a medida que escribo. Leo lo que he escrito el día anterior y, como todos los días me detengo cuando ya se lo que viene después; continuo a partir de ahí. Yo escribo hasta que llego a un punto en el que todavía tengo combustible y se lo que va a pasar después. Paro y trato de aguantar hasta la mañana siguiente, y entonces me pongo en marcha nuevamente. Empiezo a las 6 de la mañana, digamos, y puedo trabajar hasta el mediodía o acabar antes. Cuando uno termina, se siente tan vacío y a la vez tan lleno, como cuando ha hecho el amor con alguien a quien ama. Nada puede hacerle daño, nada malo puede sucederle, nada tiene importancia hasta el día siguiente, cuando vuelve a la tarea. Lo difícil es soportar esa espera hasta el día siguiente.


(Adelanto de la columna: Hemingway: un hombre de acción.)

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