Mariana Heredia en un artículo de
la revista nueva sociedad[1],
se pregunta si combatir a los super ricos alcanza para lograr sociedades mas
justas e igualitarias. El 1% -dice- se volvió una imagen simbólica que tiene el
riesgo de moralizar demasiado la discusión poniendo del lado de los buenos al
99% restante.
Recuerdo hace un tiempo haber
hecho unos cursos con disertantes provenientes de Oxfam en donde el muestrario
de datos numéricos sobre desigualdad estaba muy presente. Latinoamérica al ser
una región muy desigual tiene flotando sobre sus cabezas enunciados como: “En Bolivia la riqueza de las 245 personas
multimillonarias es equivalente a 21 veces el gasto publico de la salud del
país…”[2]
Confieso, inicie muchas clases
con la proyección de estos cuadros, ahora me doy cuenta que caí en
el mismo simplismo que tantas veces critico.
Tales datos no son opiniones, son
realidades documentadas, pero al no ser explicadas con robustez, los números pueden matar un concepto. Cierto es, vemos en la tv a multimillonarios
paseándose por el mundo, con sus yates, aviones privados, sus playas exóticas,
sus aires de señor feudal haciendo de los televidentes plenos siervos del siglo
XXI; y mas cerca, por allí afuera, vemos a pobres de carne y hueso, hurgando la
basura por el hambre que se les presenta. Dos polos que se contrastan como el
tono blanco y negro. La imagen dice más que mil palabras, pero las palabras que
dice una imagen, a veces puede que no digan nada.
Heredia no discute la
desigualdad, todo lo contrario, busca poner sobre la mesa la discusión sobre la
imprecisión que pueden acarrear aquellas cifras si son utilizadas tan
livianamente. ¿Quiénes son los super ricos? ¿de donde son? ¿Cómo hicieron su
riqueza? ¿fue un gran negocio, un golpe de suerte, herencia, alguna actividad
ilegal? ¿Cuál es el umbral que separa a
los “super” ricos de los ricos? ¿Hay una verdadera preocupación por la evasión
y la elusión? ¿Se piensa en una reforma fiscal progresiva? ¿Cuál es el porcentaje
del PIB de la Argentina acumulado en paraísos fiscales?
Un problema aun mayor, es cuando
un grupo destacado de personas se corre de ese 1%, para luego volverse a él
con el dedo. ¿Acaso solo importa el 1%? ¿No el 2? ¿o el 3? ¿o el 4? ¿O el 10?
Ese corrimiento de ricos sobre ricos hace nacer un postulado en el que la
riqueza de algunos esta bien y la de otros está mal. Cuanto tiempo se dejo de
hablar de corrupción en Latinoamérica, y en Argentina en particular, por los
beneficios sociales que suscitaron en un momento dado. El auto interés. A penas se acabaron (subjetivamente), todo salió a
flote como una esponja en el agua que vacía de agua.
Ese 1% - sigue Heredia- tiende a
crear cierta histeria social y lograr una hermandad en el odio. Por un lado (el
1%), los poderosos, egoístas y viciosos, y del otro, las mayorías (el 99%)
honradas que sufren privaciones. “…la
indignación reserva al «otro» todos los pecados y le opone un «nosotros» unido
en la virtud”. Es
la síntesis de la frase: Cristina es el pueblo, los jueces son clarín. El
pueblo, el 99% es Cristina; la elite judicial y mediática, el 1% restante. Esto
se acompaña de una aventura disparatada. Si no apoyas a tal figura, de alguna
forma difícil de inteligir, serás también parte también de ese 1%.
Hace
más de 10 años empecé mis discusiones de política en el espacio público. En una
ocasión, un lunático, por decir algo que no le gusto, me acuso a viva voz, de
que yo era clarín. Al segundo me di cuenta que no había nada que hacer allí.
Sera sencillo ofrecer una
solución entonces -concluye Heredia-; la fórmula consistiría en encontrar un
líder que represente, o diga representar, al 99% y sea capaz de concentrar el
poder público, primero para cobrarle impuesto a los ricos, y luego para
distribuirlo a los mas pobres. No será necesario equipos de gobiernos
idóneos, la independencia del poder judicial y de los medios de comunicación,
una ciudadanía cargada de virtud cívica, funcionarios éticos, buenos
burócratas, excelentes docentes. Nada de eso; solo un líder.
Como coda final, brevemente,
siguiendo el articulo (de la misma revista) “si eres tan igualitario como
puedes ser tan rico”[3]
del Dr. Gargarella, en donde expone la discusión del Marxista Gerald Cohen a la
“teoría de la justicia” de John Rawls
y a su concepción del liberalismo, me gustaria enunciar lo que se deja en claro allí. La ética “personal”
igualitaria es condición necesaria, aunque no suficiente, para el éxito de
programas económicos y sociales igualitarios. Así, para el autor, muchas de las
iniciativas igualitarias de los últimos tiempos en America Latina, estaban
condenadas a muerte desde un inicio, por el descuido de líderes políticos en
mostrar una expresión, un cultivo y un fomento de la ética personal
igualitaria.
Basándose en un pensamiento
socialista contemporáneo y en una tradición política republicana, nos dice, que
el tipo de sociedad ideal requiere un sistema político institucional favorable
a la participación ciudadana, un sistema económico que tienda a la igualdad, y
una ciudadanía dotada de ciertas virtudes cívicas necesarias para la
vida en común. Cae de maduro que la responsabilidad en la conducta se eleva en
tanto la zona de influencia del sujeto es mayor. Con buen criterio, citándolo
al Filoso Charles Taylor, declara que una política igualitaria no puede ganar
estabilidad, si una parte significativa de la sociedad ve como injusta una
política por entender que solo ellos pierden.
Cuando asumió Massa al ministerio
de economía, parecía ser para ellos (un grupo minúsculo) una asunción
presidencial. Allí, la sociedad toda se vio traicionada porque asumía de hecho
la presidencia alguien que no fue votado, es más, alguien que en su momento se
presentaba como opositor al gobierno de turno. Paradojalmente, el 1%, parece
ser, estaba allí.
Gargarella ejemplifica la
imposibilidad del sostenimiento de una política igualitaria por la falta de
credibilidad, diciendo que: cuando buena parte de la sociedad deja de ocupar
los servicios públicos, como la educación, la salud y los espacios comunes, por
que tales bienes se han privatizado y llegan a ellos pagando con dinero de sus
bolsillos, estos se empiezan a preguntar: ¿por qué deberían pagar impuestos
para un servicio (publico) que no lo ocupan? ¿No será que hay gente que se está
aprovechando indebidamente de sus esfuerzos? En definitiva, si las autoridades
no actúan de modo igualitaria, usando ellos mismos los servicios (públicos) de
educación y salud (ej.), no serán creíbles sus discursos. Si me paso la vida
defendiendo, desde el discurso, los espacios comunes, es necesario que cada
tanto los ocupe. Si defiendo, por ejemplo, las playas públicas, las tengo que ocupar
por más que la mayoría de la gente las ensucia y no las cuide. Lo que tengo que hacer yo actuando en consecuencia. De otro modo, solo habra fractura en la confianza.
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