Lo que busco decir con esto es que la asamblea
desarrollada el día miércoles a las 18 horas, en en el edificio del Ministerio
de Educación, a los fines, entre otras cosas, de elegir a los integrantes del Tribunal
de Disciplina en el contexto de la estudiantina del presente año, se trata de
una actividad pública, ya que los actores involucrados en esta práctica "educativa
y socio cultural" denominada Estudiantina, son el Ministerio de Educación, el
ejecutivo Municipal, A.P.E.S y los colegios – todos ellos públicos-; a pesar de los detalles que hacen al derecho
a la voz y el voto para la toma de diferentes decisiones (Art. 1 y 2 Ord. III
N° 268).
El Tribunal de Disciplina, órgano que se
menciona en el reglamento de la Estudiantina en su Título IV, estaría
conformado por dos abogados/as y un escribano/a con títulos académicos “fehacientes”,
propuestos y aprobados en asamblea extraordinaria por los integrantes de la Comisión Fiscalizadora (el art. 4 del reglamento). Me interesa detenerme en el art. 16
del mismo instrumento normativo, porque allí se encuentra, a mi entender, el
mayor problema que pude apreciar a la hora de observar cuales son los criterios
fundamentales a la hora de elegir un candidato para integrar dicho tribunal, y
pretendo con ello, zanjar algunas inconsistencias que podrían surgir desde las
diferentes interpretaciones de la norma. El artículo mencionado más arriba,
establece que los candidatos a integrar dicho cuerpo no deben tener una “relación
directa” con ningún establecimiento o fusión participante del evento e
integrantes de las distintas nóminas. La discusión, entonces, es sobre la
determinación de que es una relación “directa” y, en todo caso que sería su
oposición, lo indirecto.
Lo que puede llegar a pasar en una asamblea de tales características, y de
hecho es muy común, es que conozcas gente, por una razón que puede ir a ser un
sujeto sociable, un animal político o un Zoon politikon. Entonces, la pregunta
a hacerse es, ¿habría que caer del cielo para cumplir con tal requisito? O para
no ser metafórico, ¿se tendría que ser de otra provincia? Creo que la respuesta
está en el reglamento interno de la Comisión Fiscalizadora, que determina los
requisitos exigibles para ser jurado, como producto de la analogía por un vacío
legal. Esto es: mínimo 5 años de egresado del nivel secundario; no tener
afinidad laboral con ninguna escuela en competencia; no tener vínculo familiar
hasta el segundo grado, lo que es decir no tener ningún hermano/a en algún
establecimiento. Si se cumplen con estos requisitos, además de la exigencia
particular –título de abogado o escribano- no existiría relación directa
alguna.
Por eso considero equivocado
centrarse, casi exclusivamente, en cómo los candidatos se enteraron de la
convocatoria. Se trata, insisto, de una convocatoria pública para integrar un
órgano que debe ser imparcial en una actividad que promueve la cooperación y la
convivencia democrática, tal como establece la ordenanza municipal. La atención
debería ponerse en la trayectoria de los candidatos: lo que hicieron y no
hicieron, de dónde vienen, hacia dónde se proyectan, qué nivel de autonomía
demuestran y cuál es su visión sobre esta actividad.
Las puertas de la Estudiantina
deberían estar abiertas a toda la ciudad. El temor a una participación más
amplia es lo que genera estos conflictos. Una solución sencilla, a la cuestión puntual,
sería que cada colegio presente formalmente a sus candidatos, pero que también
cualquier persona pueda hacerlo por "motu" propio, a fin de colaborar con una
actividad de interés general, sin que esto resulte raro y mucho menos levante
sospechas. Y aclaro, no se trata de un acto de beneficencia, sino de un deber
ciudadano. Asimismo, es por demás
obvio, que todo lo realizado en el marco del tribunal tiene consecuencias jurídicas
que van a más allá del buen hombre y honor, que pocos intereses colectivos hoy día
tendrán.
Paradójicamente, estas situaciones -aunque
seguramente puedo estar equivocado-, abren la puerta a paracaidistas que se
quieren llevar puesto 70 años de historia. Hablan de la Estudiantina como un ruido,
como la ocupación del espacio público que molesta al resto; sin comprender que
justamente ese espacio es donde por excelencia se ejerce la libertad de
expresión. Sin entender que la fiesta es de los adolescentes, sin entender la
idea de tradición, de patrimonio histórico que representa. Desde acá se discute
todo el resto, sobre eso nos sentamos y hablamos…
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