jueves, 31 de julio de 2025

Presupuesto prorrogado, constitución suspendida

 



Ante la pregunta de cómo funciona la economía —especialmente para quienes no tienen formación en la materia—, la Constitución Nacional puede ofrecernos algunas señales importantes.

Si consideramos que uno de los criterios para evaluar el éxito económico de un país es la manera en que se toman las decisiones públicas —en particular, cómo se obtienen y utilizan los siempre escasos recursos del Estado—, podemos empezar a construir una respuesta más clara.

En la Argentina se gobierna, desde hace dos años, sin un presupuesto aprobado por el Congreso. Esto implica una mayor discrecionalidad en el manejo de los fondos públicos por parte del Poder Ejecutivo, es decir, del Presidente de la Nación. Entre muchas consecuencias, esto conlleva el atraso en partidas presupuestarias que no se actualizan por inflación y cuya asignación queda enteramente sujeta a criterio presidencial. Según datos de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), los fondos destinados a Educación, Cultura y Promoción y Asistencia Social sufrirían una reducción del 30 %, mientras que el área de Inteligencia incrementaría su presupuesto en un 67 %.

Además, se debilita la posibilidad de seguimiento y fiscalización en la ejecución de esas partidas, lo que vulnera estándares mínimos de transparencia y limita el control ciudadano, principio esencial del sistema republicano: la publicidad de los actos de gobierno.

Bajo el supuesto de que una sola persona es más susceptible a influencias externas que un colectivo amplio —por ejemplo, trescientas personas—, se entiende por qué la Constitución Nacional otorga al Congreso amplias atribuciones, al tiempo que lo obliga a legislar sobre ciertas materias y prohíbe, como regla general, delegar en el Poder Ejecutivo la emisión de normas de carácter legislativo (art. 76 CN).

Por ello, es función de los poderes legislativos —en sus distintos niveles: nacional, provincial y municipal— sancionar anualmente el presupuesto general de gastos y el cálculo de recursos, conforme al programa general de gobierno. Así lo establece el artículo 75, inciso 8, de nuestra Constitución.

Sin embargo, por falta de voluntad de dialogo y una iniciativa mediocre siempre tendiente al conflicto, Argentina sigue utilizando el presupuesto del año 2023. El último presupuesto aprobado por el Congreso corresponde a 2022, cuando el presidente aún era Alberto Fernández.

Para el año 2024, el presupuesto fue prorrogado mediante un decreto del Poder Ejecutivo, en base a la Ley de Administración Financiera, cuyo artículo 27 establece que, ante la ausencia de un presupuesto aprobado al inicio del año, continúa vigente el del período anterior. No obstante, este año volvió a prorrogarse el mismo presupuesto por segunda vez consecutiva, un hecho inédito en la historia argentina. En los últimos quince años, este mecanismo también fue utilizado en 2011, 2020 y 2022, pero nunca de forma continuada durante dos años.

Dado que la ley no contempla la posibilidad de una segunda prórroga, se abre el debate: ¿fue legal esta decisión? ¿Se podría repetir en el futuro? Quienes opinan afirmativamente apelan a un principio básico del derecho constitucional: todo lo que no está expresamente prohibido, está permitido. Sin embargo, esta visión desconoce el sentido mismo del constitucionalismo. Incluso su versión más mínima se funda en proteger los derechos de los individuos frente al poder estatal. Por tanto, este “permiso” implícito jamás puede interpretarse en favor del Estado, sino siempre del ciudadano. Esta lectura es profundamente errónea y peligrosa.

Por el contrario, aquellos que están en contra, se posicionan en el lugar de un constitucionalismo con requerimientos democráticos. Si como dijimos, es el congreso el encargado de aprobar el presupuesto, referenciada como la ley de leyes, es porque nuestra constitución busca que la mayor cantidad de actores se pongan de acuerdo en base a una discusión razonable, sobre un tema que lo considera por de más relevante.

El ideal democrático —una conversación entre iguales— se reduce en nuestra constitución bajo sistema representativo, donde a los representantes se les permite, prohíbe u obliga a actuar de cierto modo en determinadas circunstancias. Cuando la Constitución exige mayorías agravadas para tomar ciertas decisiones —como sucede, por ejemplo, con la designación de jueces de la Corte Suprema—, está indicando que se requieren altos niveles de consenso. El foco está en el procedimiento, y quienes valoramos este enfoque solemos recordar el ejemplo de John Rawls: quien corta la torta debe servirse al final. Esa es la forma de hacer que el acto sea lo más justo posible.

Todo esto ocurre en un contexto político alarmante. Hace apenas unos meses, el Poder Ejecutivo intentó designar por decreto —sin acuerdo del Senado— a dos jueces para integrar el máximo tribunal del país. Alegó, absurdamente, que el artículo 99, inciso 19, de la Constitución le otorga la facultad de cubrir vacantes durante el receso parlamentario. De haberse consolidado esta maniobra, habría abierto la posibilidad de que el Ejecutivo, cada año durante el receso legislativo, nombrara jueces de la Corte Suprema, el órgano encargado precisamente de controlar su poder.

El actual gobierno nacional ha demostrado que no le interesa discutir con lo que despectivamente llama “nido de ratas”. Ha hecho una renuncia explícita al Congreso. No le interesa gobernar con presupuesto porque eso implicaría someterse a la Constitución, respetar la división de poderes y sostener una vida democrática. Su camino ha sido, en cambio, la concentración del poder y el uso sistemático de la represión.

Como decía Alberdi, la Constitución es la carta de navegación de nuestro país. Y dentro de ella, el presupuesto es una ley fundamental.

Cuando la política afecta los procedimientos o las reglas del juego democrático, la interpretación debe ser rigurosa, observada con la máxima sospecha y bajo la presunción de inconstitucionalidad. Como decía Giovanni Gortari: “Lo que la democracia es, no puede estar separado de lo que la democracia debe ser”.

Prorrogar por decreto, por segundo año consecutivo, el presupuesto nacional fue inconstitucional. Y lo seguirá siendo.




domingo, 13 de julio de 2025

Justicia

Si la justicia exige dinero, no es justicia; entonces, la justicia no existe. Si querés que la justicia exista —porque por alguna razón extraña escalás hacia el futuro, hacia el idealismo— una opción es ser abogado. La profesión implica convertirse en la puerta de acceso a la justicia. Los abogados, como en cualquier otra labor, cobran por hacer su trabajo. Si existe una razón pública, en teoría deberían llevar el caso de forma gratuita, aunque en la práctica esto no sucede.

No es culpa del abogado; es culpa de la doble naturaleza implícita que convierte a la persona en sujeto de derecho y, al mismo tiempo, en cliente. Si la persona no tiene dinero, sigue siendo un sujeto de derecho, pero ya no es un cliente, lo que genera la dificultad mencionada sobre la justicia y su ausencia.

Sucede que el abogado es solo una pieza de esta gran maquinaria y, a pesar de las buenas voluntades, lo más probable es que no alcance con su mera intervención.

Digo: si por alguna razón extraña tu padre, tu madre o algún docente loco te metió en la cabeza que la justicia es un ideal, y por eso elegiste ser abogado, lo que te recomiendo —aunque no sea un consejo— es que busques sujetos de derecho que, a la vez, sean clientes. Cuanto mejores clientes, mejor. Cuanto mejor abogado seas —técnica y éticamente—, mejor.

Y como a esta altura ya sabemos que la justicia no existe, lo que podés hacer con el dinero de esos buenos clientes es armar una fundación que incorpore abogados juniors con una retribución acorde, para que puedan asumir patrocinios gratuitos. Aunque también es probable que no alcance, esa probabilidad se reduce porque ya no sos uno solo.

Ser más de uno es política. Por eso, lo personal no es político. Cuando uno quiere hacer algo, simplemente, tiene que hacerlo.

Desde el lugar de Krishnamurti, un ideal como la justicia lo único que hace en vos es limitarte con una construcción conceptual que te atrapa y no te permite ser libre. Pero sabemos que nadie lo es Y esta es la mejor forma de no serlo. 

martes, 1 de julio de 2025

La abstención como síntoma de un cuerpo social a punto de morir

 


Cuando el voto se debilita, el Estado se demoniza y la desigualdad se consolida. Algo está dejando de latir.

El contractualismo nos ayuda a responder dos preguntas básicas de toda teoría moral: (1) ¿qué nos exige la moral? y (2) ¿por qué debemos obedecer ciertas reglas? La primera se responde así: la moral nos exige cumplir aquello que nos comprometimos a cumplir. Y la segunda, simplemente, indica que obedecemos ciertas reglas porque nos comprometimos a ello.

Lo interesante de este enfoque es que llevó a la Ilustración a ocupar ese gran vacío dejado por la religión en su explicación sobre la cuestión moral. La autoridad ya no se justifica mediante un mandato divino, sino mediante un mandato social: un mandato de individuos. Es decir, a los dioses los reemplazamos nosotros, con nuestra creación; una creación humana, y no no humana. Esa creación es un contrato, y ese contrato es el Estado.

Para ser más claro: el Estado nacional es un contrato que está delimitado en un territorio determinado. Aunque un contrato es algo más elevado que el Estado, y por lo tanto, lo fundamenta. Por encima del Estado está el contrato de un sistema democrático constitucional, y por encima de éste, otro contrato: el de los principios morales de la modernidad.

La vida del Estado, o de ese contrato —como se lo quiera llamar—, puede variar significativamente. El criterio fundamental de esa variación es el nivel de racionalidad de cada uno de sus participantes; racionalidad que, a su vez, está condicionada por el nivel de información relevante que posean esos integrantes. Cuanto menor es el nivel de racionalidad, menor es también el nivel de motivación.

Si el número de integrantes de ese contrato se muestra cada vez menos motivado a pertenecer a él, estamos ante una imperfección creciente del modelo de vida del Estado actual.

A modo de ejemplo, en lo que va del año, las últimas elecciones muestran cifras elocuentes: en la ciudad de Buenos Aires, la participación fue del 53,3%; en la provincia de Santa Fe, del 55%; en Chaco, del 52%; en Salta, del 59%; y en San Luis, del 60%.

Misiones, cuya novela eleccionaria estuvo atravesada por un intento de proscripción y una denuncia de fraude por falta de boletas de un partido en la localidad de Eldorado, no fue la excepción a esta tendencia nacional. Con apenas un 55,4 % de participación electoral, ni siquiera logró superar los números registrados en 2021 durante la pandemia, en una elección que también fue intermedia.

En este sentido, el fenómeno que se nos presenta es preocupante, ya que estamos a pocos votos de ni siquiera superar la mitad del padrón electoral; es decir, de no poder legitimar ni siquiera una noción mínima de democracia, al no alcanzar la mayoría de las voluntades. Una hipótesis a esgrimir es que, cuando la oferta electoral no estimula, la abstención es la consecuencia.

Los encargados de esa oferta —como un supermercado llenando la góndola con productos— son los ya inexistentes partidos políticos. Instituciones —como tantas otras— que actualmente financiamos solo para generar un desorden de ideas. Pero, al parecer, el problema no es solo la calidad de los productos en la góndola: el problema es la edificación misma del supermercado.

Estos datos muestran que estamos dejando de lado el derecho político por antonomasia, aquel que, además, fundamenta el derecho a la igualdad —una persona, un voto— y por el cual tantos y tantas han luchado y se han sacrificado.

Esto abre una pregunta fundamental: ¿los integrantes del contrato lo han abandonado porque (1) están motivados únicamente por el auto-interés y no se orientan a obtener reglas imparciales —entendiendo que cuanta mayor participación de los afectados, mayor imparcialidad en la toma de decisiones— o porque (2) no creen que ese mecanismo sea adecuado para alcanzar dichas reglas?

El sufragio ha sido presentado como el máximo logro alcanzado, bajo la idea reducida de que democracia equivale a votar. Cuando, en realidad, una democracia con sustento constitucional es todo lo que sucede entre acto y acto eleccionario.

Lo ocurrido hace unas semanas en México —la supuesta democratización del Poder Judicial a través de la elección directa de jueces— es un ejemplo claro. ¿Qué clase de democratización puede haber si no existe ninguna capacidad de control ciudadano sobre los jueces electos, ni existió previamente ningún filtro ciudadano para determinar su candidatura? Además, se trató de una reforma impulsada por un solo poder del Estado: un poder constituido que busca instigar al poder constituyente.

En cualquiera de los casos, se nos presenta un problema. Y eso debería despertarnos una sensación de alerta, de necesidad de búsqueda de soluciones. Apropiarnos de una ética kafkiana que nos exija actuar de tal manera que los ángeles siempre estén despiertos.

Cuando se trata de enfrentar un problema, lo primero que debemos hacer es identificarlo. El historiador holandés Rutger Bregman, en su libro Utopía para realistas, lo explica muy bien en un pasaje. Afirma que, si hay una institución capaz de cambiar el curso de la historia, esa es la escuela. Sin embargo, lejos de asumir ese rol transformador, los grandes debates sobre educación están centrados en el formato. Se ha convertido en un medio de adaptación y flexibilidad para la vida. El foco se pone en la didáctica, no en los ideales; en la competencia, no en los valores.

Nos capacitan para resolver problemas, pero no para pensar qué problemas vale la pena resolver. Somos meros seguidores de tendencias, cuando en realidad deberíamos ser quienes las crean. Porque es nuestra competencia —la de la sociedad— determinar qué es lo que verdaderamente tiene valor.

Eric Fromm, en su libro El miedo a la libertad, sostiene que el hombre moderno, liberado de los lazos de la sociedad preindividualista, no ha alcanzado la libertad en un sentido positivo, es decir, como desarrollo de su potencial intelectual y emocional. Si bien esa libertad le ha brindado racionalidad e independencia, también lo ha aislado, volviéndolo impotente y ansioso. Ese aislamiento le resulta insoportable, y ante esa incomodidad puede optar entre luchar por realizar su libertad positiva o renunciar a la responsabilidad que conlleva. Y cuando renuncia, lo hace siempre en favor de la sumisión, de la dependencia, del totalitarismo.

Hace unos días, el presidente Javier Milei afirmó abiertamente su crueldad hacia los gastadores, los empleados públicos y los estatistas, y acusó a la oposición de ser “parásitos mentales”. A esto se suman sus constantes embestidas contra los medios de comunicación y las universidades públicas, instituciones fundamentales de toda democracia liberal.

Un informe del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) reveló que en Argentina el 10% de la población concentra el 59% de la riqueza del país, mientras que, como contracara, el 50% de los argentinos posee apenas el 4%. Asimismo, el informe señala que Argentina encabeza el ranking de países más endeudados con el Fondo Monetario Internacional (FMI), con una deuda que asciende a 63.986 millones de dólares. Le sigue Ucrania, con un compromiso de 15.000 millones; una cifra cuatro veces menor.

En nuestro país, existe una élite que ha capturado el Estado mientras habla mal de él. Es un nivel de irracionalidad alarmante, una irracionalidad que contribuye directamente a la falta de motivación para participar políticamente.

Cuantos más sean los ciudadanos sin derechos, mayor será el nivel de abstención en los actos eleccionarios. Y esto es grave, precisamente porque el problema es complejo, lo que —por lógica— nos indica que la solución también lo será. Una complejidad que se refiere a la necesidad de considerar múltiples factores, imposibilitando su comprensión en términos de simplificación o reducción.

Lo interesante, sin embargo, es que para alcanzar esa solución se requiere una mayor participación de los integrantes del contrato social.

Estamos presenciando un cuerpo social que está a punto de morir, pero que todavía no ha muerto. Y, por lo tanto, nada nuevo nace.


Al Diario: https://diarioelgobierno.ar/noticia/213-la-abstencion-como-sintoma-de-un-cuerpo-social-a-punto-de-morir

sábado, 21 de junio de 2025

José Saramago

 



Háblame de cosas profundas, ya fue tanta superficie.

Este cuento de Saramago, creo que es profundo, porque busca explicar cómo el individuo sabe que para encontrar su propia identidad, debe transcurrir su vida entre la realidad y el sueño. Debe lograr escapar de la burocracia, la arbitrariedad y el poder descarnado, que sería la mediocridad.

Se inicia así:

El protagonista, acude a la puerta de peticiones del rey, pero a diferencia de todos, no pide títulos, sino que pide hablar con él. Ante la presencia del Rey, el sujeto que ya había pasado tres días esperando, le exige, dame un barco, Perplejo el Rey, pregunta, para qué quieres un barco, Para ir a la isla desconocida, manifiesta el hombre, y adonde esta esa tal isla, replica el Rey, no lo sé, porque es desconocida, acto seguido afirma el hombre, es imposible que no exista una isla desconocida.

El protagonista, en el muelle elige el barco, y de manera sorpresiva aparece la mujer de limpieza del Rey, que muy atenta estuvo, tiempo atrás a su petición; También ella, quería ir en búsqueda de la isla desconocida.

Saramago, es realmente hermoso, porque no nos muestra un solo valiente en un mundo de cobardes, si no que nos muestra dos. Nos abre la posibilidad de un encuentro, Allí, fruto de una conversación, que no sería posible si no fuese por ambos, el protagonista nos puede iluminar, diciendo, quiero encontrar la isla desconocida, quiero saber quién soy yo cuando este en ella, No lo sabes, Si no salís de ti, no llegas a saber quién eres, Que es necesario salir de la isla, para ver la isla.

Es esta una historia de constante búsqueda, de encuentros y desencuentros, Con un final bellisimo, donde ambos personajes se reconocen en uno, amándose lo suficientemente fuerte, el uno al otro, tomando el camino de soñar, un camino azaroso, pero voluntario.

El último párrafo es realmente maravilloso. Para mí es la biblia de un optimismo inteligente; que es decir: Si soñamos suficiente, todo es realidad.

 



 

Aquí en versión Pdf. https://www.uv.mx/blogs/lectores/files/2012/11/el-cuento-de-la-isla-desconocida.pdf

Yo tengo una edición muy linda con ilustraciones de Manuel Estrada. Es un cuento de niños. La compre en una cooperativo de libros, a la entrada de una iglesia. Fue un gran día ese.


jueves, 19 de junio de 2025

Nota a Andrea Colamedici

 



Algunas ideas sueltas de esta gran entrevista.

Estudio y practico la tecnología para odiarla mejor.

El abuso de la información expande la ignorancia con la ilusión de eliminarla.

La prueba de una inteligencia de un primer orden es la capacidad de contener en si misma pensamientos contradictorios y funcionar bien.  

Capacidad de contener en uno mismo pensamientos que se relacionan con otros.

Hay que mostrar el horror pero también las prácticas de la resistencia invisible.

El talento es una larga paciencia. Es la capacidad de comprometerse con algo que te interesa.

Nos encontramos perdidos. Sé que el abismo me mirara.

Si la gente te habla de un rio imaginario, no le dices que el rio no existe, sino que creas un puente imaginario.

Nos encontramos hipnotizados en una satisfacción siempre prometida pero nunca alcanzada.

La felicidad y el sentido surgen a través de las relaciones.

Falta el gusto por la profundidad.

Toma ese tiempo perdido, toma ese tiempo vacío, recupera el derecho a lo inútil, simplemente por que la filosofía no le sirve a nadie.

Si entiendes que cada instante es diferente puedes proteger cada instante de ser manipulado.

Quiero elegir y el concepto subyacente es la elegancia.

Curioso es el que cuida las cosas.

Somos los jardineros del mundo.

Hay ideologías que son incapaces de abrazar la muerte. Tenemos que tener angustia para darnos cuenta que somos mortales. La única manera de encontrarnos es perdernos lucidamente.

Esta es la mejor época para vivir porque estamos aún paso de que se termine todo pero también a un paso de transformarlo.


lunes, 2 de junio de 2025

Votar es como elegir pareja

Quizás votar sea como elegir una pareja. Nadie elige un nabo como pareja. Terminar con una calentura es otra cosa, pero pareja, es decir, tener una relación medianamente duradera es algo más serio y ahí nadie elige a un nabo como pareja. Votar no se parece tanto a terminar con una calentura, sino más bien, a la acción misma de elegir pareja en tanto ese sujeto elegido te representaría por un tiempo que casi nunca baja a menos de cuatro años. Votar, entonces, es como elegir pareja. Y para eso, nos interesa saber que hizo, que hace y que piensa hacer esa persona. Nos interesa su forma de hablar, su forma de actuar ante hechos cotidianos, su nivel de cortesía, de respeto, su manera de entender el mundo, los problemas que identifica para buscar soluciones, su grupo de amigos, familia, su contexto, y el trato empático hacia los demás, hacia vos. Votar es como elegir una pareja. Y si nadie te convence y por lo tanto tu elección a alguien se vuelve un problema, lo mejor de todo es quedarse solo, es decir, elegir la soledad. Con el voto pasa lo mismo, si nadie te convence, ya sea por qué no hay nadie o porque hay alguien pero por una razón de circunstancias no se vuelve esa opción racional o simplemente no te llega la información relevante, lo mejor es votar en blanco. Quiero decir que en este caso la soledad es el equivalente al blanco, que además nos permite sugerir algo así como: “quiero una participación mayor que solo votar”, “quiero todo aquello que el voto no me da”. Así que si, quizás votar sea solo como elegir una pareja, y por favor, yo te ruego, no te pongas en pareja con un nabo.


domingo, 18 de mayo de 2025

Debate cruzado en el cierre de la Feria del Libro: Birmajer se retira antes.

Entre el cruce encendido de intelectuales en el panel de cierre y el bullicio amable de los pabellones, la Feria del Libro me ofreció dos días tan intensos como memorables.


Sábado 10 de mayo.

Acreditación y bienvenida.

Desde Coronel Díaz crucé hacia la avenida Santa Fe. Seguí derecho, rumbo a la Feria del Libro, ubicada en el predio de La Rural, a la altura de Plaza Italia. Eran las siete de la tarde, y la ciudad se movía con toda liviandad. El trayecto a pie duraba unos veinte minutos, pero como me detuve a atarme los cordones de los zapatos, me demoré dos minutos más.

En el acceso, sobre la Av. Santa Fe, una marea de personas chocaba contra los andariveles, Pude llegar a decir que tenía una pre acreditación como prensa. Lo probé con un correo y rápidamente me dejaron ingresar, llevándome a la sala de prensa para completar la acreditación final. Mariana, encargada de la sala, me entregó la credencial y me explico la disposición general del lugar.

—Quiero ir a la presentación del libro Democracia Confederal II, de Cúneo —le dije.
—Perfecto —respondió—, eso comenzó hace media hora. Está en la sala Cortázar, en el pabellón amarillo, justo en la otra punta de donde estamos.

Mariana me explicó cómo llegar, y hacia allá fui. Crucé el patio, moviendo la mirada de un lado a otro. La sala estaba repleta, con mucha gente agolpada en la puerta. Me acerqué todo lo posible y mostré mi credencial recién sacada. El guardia de la puerta me informo que no cabía ni un alfiler más. Me limité a sacar una foto de baja calidad con el celular y me alejé.

En un pasillo, dentro del mismo pabellón, vi a Juan Sasturain con un grupo reducido de personas, no más de diez. Estaban en la presentación de una novela, aparentemente escrita por autores españoles. Me senté allí, más que nada, para leer la grilla de actividades y entender mejor el mapa que Mariana me había dado junto con la credencial.



Al cabo de un rato, decidí asistir a la charla De Macri a Milei. El país inviable de las élites argentinas, en la sala Ernesto Sábato, del pabellón azul. Aún faltaban más de treinta minutos para su inicio. En el camino, me crucé con otra presentación: El impacto de la inteligencia artificial en el ámbito legal, en la sala de Espacio Digital. Escuché las primeras reflexiones, que advertían sobre los peligros que la tecnología representa para una serie de derechos conquistados. Se habló de la necesidad urgente de debatir estos temas, de transformarlos, de impedir que lo que hoy cuestionamos se convierta en nuestro próximo yugo. Agradecieron la presencia del defensor del pueblo de la ciudad y destacaron el carácter federal del libro, tanto por su contenido como por sus autores.

Ya era hora. Caminé con rapidez, como cualquier persona de prensa, como cualquier sujeto inmerso en la urgencia de los saludos y la ansiedad de llegar a tiempo. Pise un poco más la alfombra roja manchada por miles de zapatos y zapatillas. Todo el predio estaba lleno de libros, pantallas y carteles.

En uno de los pasillos, vi a Pamela Stupia firmando su último libro, Donde las mentiras sean eternas, en una mesa pequeña con un cartel aún más pequeño que anunciaba: “Hoy firma Pamela Stupia”.

La sala Sábato también estaba colmada. Aún no habían abierto las puertas, pero la fila que la rodeaba lo decía todo. Mostré nuevamente mi credencial. El guardia de la entrada me pidió que aguardara un momento. Al poco rato apareció un señor de baja estatura, con barba, poco cabello, y una cámara con lente prominente colgada al cuello.

—¿Sos prensa? —me preguntó.
—Sí —respondí.
—Bueno, entremos —dijo, levantando la cinta negra que dividía los espacios.

Y así, estábamos adentro. Claro, esto es el periodismo —pensé—. Yo recién me doy cuenta.

En apenas cinco minutos, la sala, con capacidad para 80 personas, ya alojaba a 100. Los organizadores de la editorial discutían con los de la feria por el ingreso. En el escenario, Roberto Feletti —junto a Tomás Crespo, ambos autores— comenzó su intervención diciendo que el país corre un serio riesgo. Las élites, afirmó, están rompiendo como nunca antes con la idea de nación. La acumulación de capital y su posterior fuga al exterior están poniendo en grave peligro al país. La crisis no es fiscal —insistió—. Ya lo demostró el ajuste brutal de este gobierno, que aun así acude al FMI. Entonces, la crisis es externa. Hay que juntar dólares en el banco central, y eso, las élites no lo están permitiendo.

Salí de la sala. Volví a los pasillos, dirigiéndome hacia la salida. Salí por la avenida Sarmiento y caminé en dirección a Las Heras, para luego llegar a la calle Juncal. A la altura de República de la India, vi la luna, en los albores de su plenitud. En Juncal al 3300, me detuve en un café. Pedí un cortado y, sobre la mesa, vi la portada del diario Clarín: "Ficha Limpia: Rovira admitió que Milei le pidió votar en contra".

 



Domingo 11 de mayo.

Debate final en el cierre de la feria de libro.



Llegando justo, trabe la bici en Plaza Italia y volví a entrar por la Av. Santa Fe. La unidad de los cuerpos pasando sobre la senda peatonal me impedía el paso y la llegada a tiempo. Me escanearon el código de la credencial e ingresé. Fui directo al pabellón blanco, subí las escaleras en zancadas y me dirigí a la sala Victoria Ocampo. El debate final aún no había empezado y todavía quedaban algunos lugares libres en el fondo. La prensa, al igual que los invitados, tenía reservados los espacios del frente.

Me senté en la tercera fila. Frente a mí, tres periodistas se preparaban para redactar lo ocurrido: dos con libretas, una con un ordenador. Tres o cuatro fotógrafos disparaban flashes sobre el escenario. Los expositores, de izquierda a derecha, eran Claudia Piñeiro, Dolores Reyes, Marcelo Birmajer y Tomás Abraham. La moderación estaba a cargo de la periodista Hinde Pomeraniec. Los ejes del debate, dos: reflexionar sobre la cultura en el país de la libertad —porque la palabra censura volvió a nosotros— y discutir el valor de las palabras.

La periodista dio inicio al encuentro y cedió la palabra.

Birmajer fue el primero en tomarla. Afirmo que hoy se enfrentan dos formas de ver el mundo: la democracia liberal y el fundamentalismo que la combate. Mencionó a la república islámica de Irán y trajo a colación dos atentados sufridos en nuestro país: la AMIA y la embajada de Israel.

Dolores Reyes, que había sido señalada por sectores del gobierno nacional por su libro Cometierra, incluido en planes educativos bonaerenses, expresó que en un país donde una mujer muere cada día a manos de la violencia machista, no puede existir la libertad.

Se citaron autores censurados durante la última dictadura cívico-militar. Claudia Piñeiro retomó el eje diciendo que se habla de censura porque, simplemente, hoy existe la censura. No es previa, es indirecta. Según explico, la censura se ejerce hoy a través de la violencia, especialmente en redes sociales. Redes que, advirtió, no están tan alejadas de la realidad. Incluso, aunque las denuncias penales contra periodistas no prosperan, generan autocensura por miedo a meterse en problemas.

La sala, de grandes dimensiones, ya estaba colmada. A través de los ventanales laterales se filtraba el sol del ocaso, proyectando su reflejo sobre los arcos de La Rural. Entonces habló Tomás Abraham. Sostuvo que no hay censura en una democracia con alternancia: Decimos lo que queremos, cuando y donde queremos. No hay quema de libros, no se mata a nadie. Pero aclaró que la democracia no garantiza la libertad cuando la mafia está en el poder.

Citando la película El maldito, de Fritz Lang, habló del valor de la ciudadanía. Señaló que existe un poder cultural que define qué libros merecen reseñas y cuáles no. Se degrada, se escracha. Ese es el precio de la libertad: hablar más fuerte, incluso desde la soledad. En la dictadura se apresaba, en democracia se cancela.

La moderadora dio paso al cruce de opiniones.

Abraham se dirigió a Birmajer: Existe otro fundamentalismo muy peligroso: el fundamentalismo judío. El público aplaudió, aunque con menos entusiasmo que en las intervenciones de Reyes y Piñeiro. Luego agregó que las guerras ya no existen; ahora lo que existe es la destrucción de la humanidad, cuyo único beneficiario parece ser la industria armamentista.

Birmajer reafirmó su postura, sosteniendo que en el mundo islámico fundamentalista la desigualdad de género es abismal, mucho más que en las democracias liberales.

Piñeiro lo interpeló, pidiéndole que evitara el uso del término woke con tono despectivo, como lo había hecho minutos antes al responsabilizar a ese movimiento de que alguien como Milei esté hoy en el poder.

La escritora también cuestionó a Abraham, afirmando que sí existe censura estatal, ya que se sostiene —de una forma u otra— a grupos que atacan a quienes piensan distinto. Esta vez los aplausos fueron más contundentes. Las caras serias de los varones en el escenario eran el contraste.

Birmajer retomó, mencionando la imposición del uso del lenguaje inclusivo —la "e"— durante el Kirchnerismo. Se escucharon murmullos. Quiso explicar el término woke, pero la moderadora intervino: A las mujeres no se les explica nada, y soltó una risa. Birmajer no dijo más.

Dolores habló de El Eternauta y de German Oesterheld. Ambas escritoras contaron que reciben amenazas en redes. Dolores denunció, además, que hoy los presos por delitos de lesa humanidad son tratados como presos VIP.

La moderadora cedió la palabra a Abraham, que había permanecido en silencio un rato. Con voz alta y densa, dijo: Me parece que les encantan los Falcon verdes. Se complacen con la tragedia. Basta de ir para atrás. Vamos para adelante alguna vez. Movía mucho las manos. Basta con la historia de la memoria. Hubo un segundo de silencio. Alguien del público respondió: Sin memoria no hay futuro, y se escuchó un canto: ¡Memoria, memoria!

Birmajer insistió con el tema del lenguaje inclusivo. Los murmullos crecían. La moderadora anunció que Marcelo debía retirarse. Él agradeció la invitación, se levantó y se fue, no sin antes, ya alejado del micrófono, decir: Esto se está volviendo un show.

Abraham continuó diciendo: Victimizarse es darle un regalo al otro. Yo me enfrento al otro. No le regalo nada. Soy más digno.

Tras una intervención de Dolores sobre sus visitas a ferias del libro en el exterior, Abraham la miró y le preguntó: Dolores, ¿cómo hacés para que te inviten a tantas ferias? Yo también quisiera viajar más. El público se rió.

Piñeiro intervino. El filósofo cerró diciendo que él no habla de lo que hace, que simplemente lo hace y le importan tres carajos los aplausos.

Luego de casi hora y media se terminó el debate.

Inmediatamente sonó jazz.

Cuando bajé, me encontré con la sala J. Hernández en el pabellón rojo, donde Jorge Fernández Díaz presentaba su último libro: El secreto Marcial. La actividad ya estaba por terminar, así que pedí entrar solo para hacer unas fotos, pero el guardia de la puerta no me dejó.





En aproximadamente treinta minutos, en ese mismo lugar tendría lugar la presentación del libro Zurda, de Myriam Bregman.

Me fui a caminar por los pabellones amarillo, verde y azul. Pasé por los stands de Sudestada, la SADE y Siglo XXI. Al llegar a la sala Ernesto Sábato, vi desde afuera a Gustavo Sylvestre presentando su libro Pepe Mujica, ligero de equipaje.

Al salir, justo frente a la pista central, en un pequeño escenario al aire libre, escuché a Tamara Tenenbaum decir que quien escribe debería presentarse a concursos, porque el tiempo límite impide que uno se deshaga de una idea que no termina de convencerlo.

Ese domingo 11 de mayo estuve casi cuatro horas dentro del predio. Terminé la jornada en las gradas, mirando hacia el pabellón Martínez de Hoz. Tomaba café y escuchaba a Kevin Johansen, que se presentaba junto a Liniers. Sonaba No voy a ser yo, de Drexler. Desde allá arriba se veía el vendaval de gente que iba y venía: grandes y chicos, jóvenes y adultos mayores, camperas de jean, de cuero, sacos de corderoy. Lleno de mujeres hermosas y hombres divertidos. Me sentía cansado, pero a la vez vital.

Descendí de la tribuna volando. Me dirigí hacia la salida. Otra vez la avenida Sarmiento.

Otra vez la luna.

 





 

sábado, 3 de mayo de 2025

Deuda, dominación y ceguera democrática

Del ajuste al endeudamiento: la continuidad de un modelo que posterga la soberanía. 





¿De qué sirvió la motosierra, ajustarnos, el recorte del gasto público? ¿Dónde están las inversiones, o el camino hacia ellas, el trabajo? La inflación del mes de marzo ha aumentado, aunque creíamos que, con la amputación vivida, ya no volvería. En esa relación, los sueldos y las jubilaciones descendieron; pero, a pesar de todo, la nación Argentina en el mes de abril vuelve a pedir prestado al Fondo Monetario Internacional. Estas, son algunas de las declaraciones que circulan dentro del arco opositor.

Cuando hablan los técnicos, la probabilidad de confusión es grande. Gino Germani expone la paradoja de la democracia: la situación de ignorancia en la que se encuentra el ciudadano común respecto a la solución de los problemas de la política económica y financiera lo coloca en una condición de ceguera. Si la revolución democrática consistía en quitarle la venda al pueblo para que llegara a la luz, lo cierto es que la mayoría sigue con la venda puesta. Así, la acción de gobierno queda confiada a quienes “saben”, a los técnicos, a los expertos, sin posibilidad de control alguno. 

Ante esto, me interesa escribir sobre la deuda de la forma más clara posible, dirigida a lo que el sociólogo Alfred Schutz llamaría el ciudadano bien informado: un tipo ideal que se encuentra entre el experto y el hombre común. Para ello, me apoyaré principalmente en un artículo de Rodolfo Terragno, titulado “Deuda. El que toma prestado es siervo del que presta”, incluido en su libro Memorias del presente (1985). En ese texto se desprende una idea simple, si una nación necesita pedir prestado, hay una alta presunción de que algo no anda bien.

El autor inicia su análisis citando un proverbio bíblico: "El rico señorea sobre el pobre, y el que toma prestado es siervo del que presta". En un contexto de extrema desigualdad mundial, se vuelve sencillo determinar quién presta y quién pide.

Terragno continúa señalando que el sistema económico internacional ha entendido muy bien el mensaje de Dios: el prestamista domina al prestatario, inyectando dinero en los "pueblos elegidos" y sembrando necesidad en los "pueblos condenados".

Celso Furtado, economista brasileño citado por Terragno, sostiene que en el mundo existen dos tipos de naciones: las centrales (elegidas) y las periféricas (malditas). En su opinión, el endeudamiento de los países periféricos fue el instrumento que permitió la "transnacionalización de la economía", un objetivo estratégico de las grandes corporaciones. Esta estrategia buscaba homogeneizar los mercados nacionales, generando deseos de consumo similares entre poblaciones distintas, para luego dominarlas a través de productos idénticos. Es un resumen de la globalización. 

Permítanme el siguiente agregado. Beatriz Sarlo, en Escenas de la vida posmoderna (1994), señala que en oposición al paisaje tradicional del centro de la ciudad con todas sus extremidades, el “shopping” se presenta como una cápsula espacial diseñada por la estética del mercado. Según Sarlo, todos los shoppings son, en algún punto, idénticos: las mercancías refuerzan la uniformidad de un espacio sin cualidad. Así, si uno descendiera de Júpiter, solo el papel moneda y la lengua de vendedores, compradores y mirones permitirían identificar en qué país se encuentra.

Dado que las naciones periféricas contaban con estructuras productivas débiles y rezagadas, y con mercados internos de escasa capacidad para asimilar esos hábitos de consumo propios de los países desarrollados, la única forma de hacer viable la expansión fue, por un lado, inyectar dinero en sus economías, y por otro, promover la concentración de la renta en un sector reducido de la población. De este modo, se creó un microclima económico donde sí era posible reproducir patrones de consumo ilimitado, necesarios para la rápida expansión de las corporaciones.

Este modelo de (mal) desarrollo, injertado en las economías de los países periféricos, provoco nuevos desequilibrios. En la misma línea, Prebisch, en el primer informe de la CEPAL sobre “Los principales problemas de América Latina”, deja sentado su teoría en la que sugiere que el comercio internacional se organiza en torno a un intercambio que es desigual entre una periferia – países que se especializan en la extracción- y un centro – países que exportan bienes manufacturados-. En el tiempo, dice Prebisch, los precios de la materia prima disminuyen en relación a los precios de los bienes manufacturados; ello lleva a la necesidad por parte de los países periféricos a exportar más para mantener la misma cantidad de bienes importados, o a pedir prestado, muchas veces – a los fines de adquirir tecnología y maquinaria- para exportar más. Falta de industrialización, por una dedicación a la extracción, a su vez, por una necesidad en la recaudación. De cualquier forma, las elecciones son problemáticas.

Actualmente, el crédito es la preferencia ante cualquier alternativa que desarticule el orden económico internacional, y los acreedores, a pesar de sus lamentaciones, quieren seguir prestando. Lo que en verdad desean es seguir dominando.

Si bien el análisis hecho puede parecer generalizador, Furtado no niega la complejidad del asunto de la deuda latinoamericana. No obstante, destaca que el proceso de “internacionalización” y “endeudamiento” ha ocurrido tanto en economías en crecimiento como en otras que no, tanto en países importadores de petróleo (Brasil) como exportadores (Venezuela). Lo que si se repite es la existencia, en cada país deudor, de una “casta” asociada al acreedor. 

“Los Argentinos ya nos dimos cuenta que es imposible hacer una Argentina distinta con los mismos de siempre”; era una frase de campaña del año 2023. Sin embargo, detrás de esa frase venia el actual Ministro de Economía, que hoy nos insta a creer que, a pesar de repetir las mismas recetas, esta vez todo será distinto.  Como dijo Einstein: “Tonto es aquel que haciendo siempre lo mismo, espera resultados diferentes”. 

La casta a la que se refiere Terragno no solo intercambia favores y comisiones. También pertenece a una poderosa herejía que afirma que el rico debe señorear sobre el pobre, y unas naciones dominar a otras. Para eso, necesitan unidad entre los dominadores y división entre los dominados. Nunca dejo de recordar una frase de Zygmunt Bauman, en su libro La cultura en el mundo de la modernidad líquida (2013): "Cuando los pobres se pelean con los pobres, los ricos tienen todas las razones para frotarse las manos con alegría".

Los prestamistas actúan como si sus créditos fueran una bendición, y se indignan ante la “ingratitud” de los deudores. Pero el problema ya no es solo económico. Es político. Se trata de soberanía, uno de los conceptos fundantes de cualquier manual de ciencia política. Los gobiernos endeudados aplican políticas recesivas dictadas desde el extranjero, que afectan directamente la calidad de vida de su población. Ese, nos dicen, es el precio del “rescate”.

Hace unos días, la titular del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, sugirió que los argentinos deberían votar por el oficialismo en las próximas elecciones legislativas. El nivel de ceguera democrática en el que estamos sumidos nos lleva a aceptar que alguien que nada sabe de nuestra nación, escudado en su saber técnico y con evidentes intereses geopolíticos, nos diga qué rumbo tomar.

Permítanme cerrar con un fragmento de la novela Ensayo sobre la lucidez, de José Saramago. En una conversación entre el Ministro del Interior y el Alcalde, tras unas elecciones en la ciudad en las que triunfa el voto en blanco, el Ministro pregunta: ¿Qué piensa entonces que deberíamos hacer?  Nada.  Por favor, querido Alcalde, no se le puede pedir a un gobierno que no haga nada en una situación como esta.  Permitame que le diga que en una situación como esta, un gobierno no gobierna, solo parece gobernar.


Link del diario: aquí

 

 

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 17 de marzo de 2025

Invitación a Hagamos Con Dialogo



(Ph: @lu__pas)


Hagamos Con Dialogo es un ciclo político constructivo que busca el dialogo ciudadano sobre todo aquello que nos afecta. Buscamos construir una arquitectura institucional propicia para canalizar nuestros pareceres y maximizar las probabilidades de las decisiones correctas desde un punto de vista de la justicia sustantiva. Justicia aceptada por todos.

El primer conversatorio, titulado "El futuro de la cultura: diálogo abierto con el Secretario de Estado de Cultura de la Provincia de Misiones, José Martín Schuap", Tendrá lugar el día 20 de marzo del 2025 desde las 20.00 horas, en la Peña Misionero y Guaraní (Buenos Aires 1546, Posadas). 

Te invitamos a asistir con dudas y afirmaciones.

Además, la org. Impresión de Ideas visibilizara peticiones publicas ciudadanas, y se exhibirán las portadas de la Revista de Cultura: "Fundación" publicadas en la Provincia de Misiones, entre los años 1980 y 1982. 







_________

Concepto

El sistema de la pre modernidad se basa en una regla simple: el principio de autoridad. La disputa se termina cuando alguien investido de autoridad -como el hombre de familia, sentado en la punta de la mesa- exclama a puño cerrado: “Esto es así porque yo digo que es así”. La modernidad, en cambio, se fundamenta en una regla más compleja: el ideal de que la mejor decisión es la que toman todos los afectados por ella, con toda la información relevante, en condiciones de igualdad y de forma unánime. Al menos eso aquí, en sociedades occidentales. (Bohmer, 2015)

El sistema moderno constituye dos pilares fundamentales: la democracia por un lado y la constitución por el otro; es decir: la democracia constitucional. En principio, afirmando la complejidad del asunto, la democracia se centraría en las preguntas relativas a quien y como se decide, esto es, el foco puesto en el procedimiento de la decisión. En cambio, lo constitucional, se preocuparía por el contenido de la decisión, esto es, la pregunta relativa al qué se decide. Su exigencia entonces, recae en el respeto hacia los derechos fundamentales consagrados en su mismo cuerpo legal. (Martí y Giufré, 2024)

A grandes rasgos, esos derechos fundamentales serán condensados para estos fines, en el principio milliano de actuar sin dañar a otro. Es así, que en la deliberación previa a la toma de una decisión publica, no podre imponer, ni utilizar, ni aumentar mi autonomía individual disminuyendo la de los demás. Pero la excepción a esta regla, es el consentimiento libre e informado de la persona que se auto limita, se auto restringe, dignificándose en la voluntad de ingresar al contrato social, exigiendo reconocimiento y falta de desconocimiento personal de los otros. Como diría Jeremy Waldron, “el derecho a la participación”, es “el derecho de los derechos”(Waldron, 2005, como se cito en Martí y Giufré, 2024). En esto, resuena el famoso grito de Joseph Merrick: “No soy un monstruo. Soy un hombre”.

A primera vista, parece haber consenso en torno a dos ideales: la autonomía individual (libertad personal) y el autogobierno colectivo (la democracia). Permítanme asentar una noción brevísima de ellas que decante de lo dicho con anterioridad.

La primera, implica escoger y llevar adelante, los propios planes de vida; una religión, una orientación sexual, una forma de soñar. Asumo la idea de que en la medida que no exista riesgo de daños relevantes a terceros (lo ya dicho), soy soberano de mi existencia. No obstante, esa identidad individual, tal como diría el filósofo canadiense Charles Taylor, se construye siempre en dialogo con lo mirada de los otros, a veces en armonía y a veces en lucha (Charles Taylor, 1992, como se cito en Gargarella, 2021) 


(Ph: @lu__pas)


La segunda, la del autogobierno colectivo, implica lo que autor Roberto Gargarella (2021) denomina el derecho como una conversación entre iguales. Las partes fundamentales de esa conversación son: (1)la igualdad, en tanto todos compartimos la misma dignidad moral, sentido que nos hace valer todos lo mismo; la existencia de (2)desacuerdos, característica propia de sociedad modernas, diversas y plurales; (3)la inclusión de todas las personas afectadas en la deliberación, siendo que cada persona es el mejor juez de sus propios intereses, y la falta de una ellas es una perdida fundamental en un punto de vista que siempre es único; (4)la deliberación como oportunidad para intervenir en el debate e intercambiar razones, y que la (5)discusión sea sobre un tema de interés público. Por último, (6) el dialogo debe ser abierto, continuo e inacabado. Por qué cambiamos, porque podemos arrepentirnos o equivocarnos y reescribir lo acordado. Por qué podemos discutir en el quien, el cómo, y hasta el que del contenido. Nada es inmutable, todo se construye.   

Esos pilares fundamentales, la democracia y la constitución, pueden parecer en tensión, pero en realidad se complementan, en tanto la creación de derechos fundamentales solo se justificarían en la medida que sean el resultado de un proceso democrático deliberativo, mientras que este procedimiento democrático solo se justificaría en la medida que sea respetuoso de los derechos fundamentales consagrados en la constitución. Uno condiciona a otro, y a la inversa. (Habermas, 1995)


Un ciclo no tiene principio ni fin. Es un movimiento constante, la vuelta de los astros que se vuelven sobre sí mismos. El agua que se escurre por la tierra y regresa con la lluvia alerta. Como las estaciones que se suceden y renuevan el aire; como una conversación que no se agota y transforma. En Hagamos Con Dialogo cada voz cuenta, cada idea suma, y nos acerca, a los otros, a nosotros... 





_____________








Tapa y editorial del primer numero de la revista Fundación publicada en Julio de 1980.
Su objetivo fue difundir las actividades e inquietudes vinculadas a la producción cultural, incentivar el crecimiento local e instalarse como punto de partida para las diversas manifestaciones de la provincia de Misiones.

Fuente: https://ahira.com.ar/ 

miércoles, 5 de marzo de 2025

.-

https://www.lavozdemisiones.com/posadas/posadas-y-su-arquitectura-historica-lo-patrimonial-debe-instalarse-culturalmente/

Articulos.