Voy hacer mención de algunos puntos del texto titulado “30 minutos de filosofía del derecho. Viejos y nuevos problemas” de Ernesto Garzón Valdés publicado en DOXA. A pesar de tener algunos años sigue siendo un artículo de aplicación actual; el subtitulo lo deja de manifiesto. Aclaro que no me propongo hacer ninguna reflexión del texto sino que simplemente me limito a resumirlo, haciendo apología a su lectura. Más abajo dejo el texto completo para descargarlo.
Para que la democracia de una "persona, un voto" no degenere en el dominio dictatorial de la mayoria, es necesario contar con las muletas morales de los derechos fundamentales no negociables, inmune a las decisiones politicas, es decir, hay que respetar todo aquello que suelo llamar el "coto vedado" de las constituciones democraticas.
Pocos años más tarde de la segunda guerra mundial Alemania sanciona su ley fundamental que serviría de modelo a otras constituciones europeas. Un aspecto relevante a estos nuevos marcos constitucionales era la inclusión de un catalogo de derechos fundamentales entendidos no como meros enunciados retóricos o programáticos sino como normas positivas de aplicación directa. Esto dio un nuevo tono a la discusión entre iusnaturalistas y iuspositivistas, algunos de ellos dispuestos a aceptar la existencia “real” de derechos humanos.
Estado
de derecho y terrorismo. Vivimos en tiempos en lo que no pocos consideran que
se requieren competencias del Estado que ya “no tienen cabida dentro de los
principios del derecho”. Estas competencias
significan la renuncia a máximas básicas del sistema jurídico democrático; se
produce entonces una “exclusión a los derechos fundamentales”. Existen ya,
abundantes testimonios de una tendencia a admitir el sacrificio de los derechos
individuales en aras de la seguridad colectiva. Se empieza a plantearse si los números
cuentan cuando se trata de salvar vidas.
Impacto
de las investigaciones neurológicas en el concepto de la responsabilidad. A partir
de los experimentos neurológicos realizados en los años ochenta del siglo
pasado por Benjamin Libet, la discusión de hasta qué punto somos “libres autores”
de nuestro comportamiento ha despertado renovado interés no solo entre científicos
del cerebro y filósofos puros sino también entre filósofos del derecho y
penalistas.
La
erosión de las estructuras institucionales a nivel internacional. En el ámbito internacional
asistimos a un proceso de erosión institucional similar al producido a nivel
nacional. También aquí se intenta negar vigencia a las restricciones morales al
ejercicio de la soberanía estatal. La no adhesión de los Estados Unidos a
convenciones internacionales es prueba de ello. Ningún soberano, en el sentido
fuerte de la palabra, puede estar sujeto a restricciones jurídicas. No es
casual por ello, que los aspirantes a la soberanía mundial prescindan en sus
decisiones de los criterios de legalidad que impone el de por si eficazmente débil
“Derecho Internacional”. Como ya lo decía
Leibniz. Ni siquiera Dios puede imponerse voluntariamente. También Dios para distinguirse
del Diablo tiene que respetar las razones morales.
La
relación entre Ética, Política y Derecho desde el punto de vista de una filosofía
analítica. Se propone entender a la filosofía analítica como la corriente de
pensamiento iniciada a comienzos del siglo XX, entendida parcialmente como reacción
en contra del idealismo de Kant y Hegel y como un positivismo enriquecido con
los instrumentos de una nueva lógica. Esta contribuyo decididamente a la adopción
de una actitud eminentemente crítica y cautelosamente escéptica, pero por otra
el excesivo talante crítico impuso con mayor vigor la tendencia a la separación
entre las ciencias sociales y la ética.
En el campo de la filosofía del Derecho, Kelsen en 1934 aboga por una separación
radical entre Derecho y ética.
América
latina como contexto de investigación jurídico – filosófica. Philip Pettit decía,
no hay que olvidar que en América latina pasa justamente lo opuesto a lo que sucedía
en los países donde residían los filósofos analíticos en buena parte del siglo
XX. La mayoría de ellos vivía en un mundo donde “valores” tales como la
libertad, igualdad y democracia mantenían un dominio indiscutible. El filosofo
del Derecho latinoamericano no puede olvidar que trabaja en un continente en
donde las instituciones juegan un papel tan peculiar que algún candidato a
presidente puede proclamar a voz en cuello: Al diablo las instituciones.
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