viernes, 14 de febrero de 2025

Cómo no te preocupa el sur







"Me preocupa el sur." Así comenzó mi conversación de antes de anoche.

Tras una pausa para observar, pensé que, en unos años, gran parte de mi vida transcurriría en una localidad del sur. Es decir, no me iría hacia el norte. Prefiero la campera de cuero a andar en cuero.

"Tomá el tren hacia el sur, que allá te irá bien", cantaba Spinetta. Sin embargo, hoy, según el acontecer de los hechos, no parece ser así. Es más, ciudades altamente urbanizadas, como Buenos Aires, resultan más seguras en lo que respecta a incendios, debido a su escasa integración con terrenos naturales. En contraste, zonas que limitan o forman parte de superficies naturales, como la Comarca Andina, se encuentran hoy en llamas. ¿Estamos a salvo? Es la pregunta que plantea Matías Avramow en su artículo publicado en La Nación

¿La salvación está en las ciudades altamente urbanizadas?

Hace unos días, El Cohete a la Luna publicó un texto titulado Arde Buenos Aires, que advierte sobre el impacto del cambio climático y el aumento de las olas de calor: más frecuentes, más largas y más intensas. Señala que 2024 fue el año más cálido registrado en el mundo, superando por primera vez los 1,5 °C respecto al nivel preindustrial. En Argentina, fue el cuarto año más caluroso desde 1961, con varias olas de calor registradas durante el verano.

En Buenos Aires, la temperatura ha aumentado casi un grado en los últimos 30 años. ¿Las consecuencias? La privatización de superficies verdes equivalentes a 75 Plazas de Mayo, la ocupación del borde costero con torres que impiden el ingreso de vientos desde el río, obstaculizando la renovación del aire y agravando el efecto isla de calor, y la destrucción de los pulmones de manzana constituidos por los fondos de las parcelas privadas.

En Posadas, capital de Misiones, una provincia que alberga más del 50 % de la biodiversidad del país, los termómetros superaron los 40 grados en el mediodía de los últimos días. ¿Las consecuencias? Una pavimentación desmedida por parte del Estado, incluyendo el cerramiento de todos los arroyos, la falta de conciencia sobre la importancia de los árboles en la sociedad civil y la ausencia de estudios de impacto ambiental en obras públicas y privadas. Caminar por el centro de la ciudad, en esos días, era insensato y temerario.

La salvación tampoco está en las ciudades urbanas.

Mientras tanto, en la Patagonia argentina, el fuego devora bosques, animales y casas. No hace mucho hablábamos de Córdoba y sus más de 90.000 hectáreas incendiadas. Al mismo tiempo, el humo de los múltiples focos en la Amazonia llegaba a casi todas las capitales sudamericanas. Paradójicamente, nos cuidamos de no fumar, solo para terminar respirando el mismo humo, aunque sin consentimiento.
 
Según la Fundación Ambiente y Recursos Naturales, al 11 del mes de febrero, Corrientes había perdido 250.000 hectáreas y la Patagonia, más de 25.000. En total, una superficie equivalente a 14 veces la ciudad de Buenos Aires. A pesar de esta situación, las declaraciones oficiales indican que solo se desplegaron nueve aviones, diez helicópteros y 98 brigadistas. Esto significa un promedio de una aeronave por cada 14.473 hectáreas incendiadas y un brigadista cada 2.806 hectáreas. A todas luces, un apoyo insuficiente por parte del gobierno nacional.

La ejecución presupuestaria de los fondos para la prevención y el manejo del fuego ha sido reactiva en lugar de preventiva. Es alarmante que, a estas alturas, sigamos sin estrategias para abordar un problema que ya sabemos que ocurrirá.

A esto se suma el discurso de un gobierno que niega el cambio climático y recurre a la vieja técnica de buscar un chivo expiatorio. En este caso, señalan a comunidades originarias como responsables de los incendios. Es cierto que en Argentina, en el 90 % de los casos, la chispa del incendio es provocada por el hombre, algunos con intención, la mayoría por imprudencia. Más personas, más incendios. La ecuación es simple.

Pero el dedo señalador debe apuntar a las deficiencias estructurales del Estado, a la falta de control y prevención, a la ejecución deficiente del presupuesto, al discurso engañoso, a la relación entre provincias y Nación, a los procesos de gentrificación, y a la restauración. Es decir, el dedo debe apuntar a quienes hoy señalan.

A pesar de todo, queda la solidaridad de la gente. Como decía Kierkegaard: "El hombre verdaderamente extraordinario es el verdadero hombre ordinario."

El Bolsón es lago, mermelada de frambuesa y la mejor cerveza.

¿Cómo no te preocupa el sur?

Yo no me quiero salvar solo. Yo me quiero salvar con vos.


Al link del diario: https://iky.b07.myftpupload.com/actualidad/como-no-te-preocupa-el-sur/ 

 

 

 

 

 

 

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