jueves, 27 de febrero de 2025

La Constitución le da la espalda a este gobierno





“M” (1931) Fritz Lang




El gobierno nacional argentino, en lo que va de su mandato, ha arrasado con la ley de acceso a la información pública, gobierna sin presupuesto, ejerce censura previa atentando contra la libertad de expresión e insulta, de la forma más vulgar conocida, a todos aquellos que no piensan como ellos. Ahora, designa por comisión a dos jueces para ocupar el máximo tribunal del país. Se queja de la política y, en respuesta, quiebra el derecho. ¿Hasta cuándo?

En una república, el respeto a la Constitución no es una opción, sino una obligación. Sin embargo, en Argentina, la designación de jueces de la Corte Suprema en comisión pone en jaque el equilibrio de poderes y reaviva un debate que nunca debería haberse planteado: ¿puede el Poder Ejecutivo pasar por encima del Senado para definir la composición del máximo tribunal? La respuesta, en un Estado constitucional como el nuestro, es un rotundo no.

El Poder Ejecutivo nos dice que, debido a que el Senado de la Nación no trató los pliegos de Mansilla y Lijo el año pasado, se configura una razón política que “politiza la justicia”. Sí, así como leen. Afirma que no tolera que los intereses de la política se impongan sobre los del pueblo argentino. ¿En serio sigue el verso?

Se remite al artículo 99, inciso 19, de la Constitución Nacional, alegando la facultad de cubrir vacantes en empleos que requieran acuerdo del Senado cuando estas ocurran durante su receso. Sin embargo, ni los jueces de la Corte Suprema son empleados, ni la vacante en cuestión ocurrió en un receso (la jueza Highton de Nolasco dejó su cargo en 2021).

Además, este gobierno, con inclinaciones despóticas, omite deliberadamente el artículo 99, inciso 4, que exige que el nombramiento de los magistrados de la Corte Suprema cuente con el acuerdo del Senado mediante una mayoría agravada de dos tercios de los miembros presentes. Desde su reforma en 1994, la Constitución ha sido clara y explícita al respecto. Su finalidad no ha sido otra que limitar el poder del presidente y garantizar un equilibrio de poderes, lo que se conoce como checks and balances. La Constitución introduce una cláusula democrática que exige el mayor consenso social posible para una medida de tal envergadura. No es difícil de entender: un poder del Estado no puede elegir discrecionalmente a los integrantes de otro poder del Estado, especialmente cuando este último tiene la función de controlarlo. Que el controlado sea el contralor es tan absurdo como intentar detener la mente con la mente.

Si bien las interpretaciones constitucionales pueden ser flexibles cuando se trata de políticas públicas sustantivas, como la ley de cupo para minorías (ej.) —una medida de política representativa no judiciable—, cuando la política afecta los procedimientos o las reglas del juego democrático, la interpretación debe ser estricta, observada con la más alta sospecha y bajo la presunción de inconstitucionalidad; atento el poder, siempre o casi siempre, busca su expansión, no su limitación.

Cuando el gobierno de Javier Milei dice que la política se impone sobre los intereses del pueblo argentino, en realidad está describiendo su propio accionar: política de la monarquía, no de la república. Si el Senado de la Nación no trató los pliegos el año pasado, fue porque no hubo acuerdo, además de la fuerte presión social contra dos candidatos —sobre todo el juez Lijo— con más manchas que algunos pingüinos cubiertos de petróleo. Justamente, eso es lo que exige la Constitución reformada en 1994: mayor participación ciudadana en instancias como audiencias públicas.

Mientras tanto, en su comunicado, el Ejecutivo habla de un servicio de justicia eficiente cuando, en realidad, ha desmantelado los centros de acceso a la justicia en los barrios más vulnerables del país, espacios que garantizan el acceso a derechos básicos. No saben nada, no les interesa nada. Presuntos estafadores designando a otros de su calaña. Basta de esconder la basura debajo de la alfombra.

Ahora bien, te pregunto: ¿qué seguridad institucional le queda al país si el Poder Ejecutivo puede decidir unilateralmente la composición de la Corte Suprema, el organismo encargado de garantizar el respeto de la Constitución? ¿Qué seguridad tenemos si un grupo de lunáticos viola la Constitución sin enfrentar represalias? ¿Qué le queda a la vida, a la libertad y a la propiedad privada? ¿De qué trata este liberalismo pre-moderno?

Lo que está ocurriendo es alarmante. Si las instituciones de nuestro país permiten la destrucción flagrante de los procedimientos constitucionales establecidos, estaremos en graves apuros. Todo será oscuro, y ver la luz será difícil. Muy difícil.

Este gobierno no solo le ha dado la espalda a la Constitución: es la Constitución la que le da la espalda a ellos.


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