jueves, 3 de julio de 2025
martes, 1 de julio de 2025
La abstención como síntoma de un cuerpo social a punto de morir
Cuando el voto se debilita, el
Estado se demoniza y la desigualdad se consolida. Algo está dejando de latir.
El
contractualismo nos ayuda a responder dos preguntas básicas de toda teoría moral:
(1) ¿qué nos exige la moral? y (2) ¿por qué debemos obedecer ciertas reglas? La
primera se responde así: la moral nos exige cumplir aquello que nos
comprometimos a cumplir. Y la segunda, simplemente, indica que obedecemos
ciertas reglas porque nos comprometimos a ello.
Lo
interesante de este enfoque es que llevó a la Ilustración a ocupar ese gran
vacío dejado por la religión en su explicación sobre la cuestión moral. La
autoridad ya no se justifica mediante un mandato divino, sino mediante un
mandato social: un mandato de individuos. Es decir, a los dioses los
reemplazamos nosotros, con nuestra creación; una creación humana, y no no
humana. Esa creación es un contrato, y ese contrato es el Estado.
Para ser
más claro: el Estado nacional es un contrato que está delimitado en un
territorio determinado. Aunque un contrato es algo más elevado que el Estado, y
por lo tanto, lo fundamenta. Por encima del Estado está el contrato de un
sistema democrático constitucional, y por encima de éste, otro contrato: el de
los principios morales de la modernidad.
La vida
del Estado, o de ese contrato —como se lo quiera llamar—, puede variar
significativamente. El criterio fundamental de esa variación es el nivel de
racionalidad de cada uno de sus participantes; racionalidad que, a su vez, está
condicionada por el nivel de información relevante que posean esos integrantes.
Cuanto menor es el nivel de racionalidad, menor es también el nivel de
motivación.
Si el
número de integrantes de ese contrato se muestra cada vez menos motivado a
pertenecer a él, estamos ante una imperfección creciente del modelo de vida del
Estado actual.
A modo de
ejemplo, en lo que va del año, las últimas elecciones muestran cifras
elocuentes: en la ciudad de Buenos Aires, la participación fue del 53,3%; en la
provincia de Santa Fe, del 55%; en Chaco, del 52%; en Salta, del 59%; y en San
Luis, del 60%.
Misiones,
cuya novela eleccionaria estuvo atravesada por un intento de proscripción y una
denuncia de fraude por falta de boletas de un partido en la localidad de
Eldorado, no fue la excepción a esta tendencia nacional. Con apenas un 55,4 %
de participación electoral, ni siquiera logró superar los números registrados
en 2021 durante la pandemia, en una elección que también fue intermedia.
En este
sentido, el fenómeno que se nos presenta es preocupante, ya que estamos a pocos
votos de ni siquiera superar la mitad del padrón electoral; es decir, de no
poder legitimar ni siquiera una noción mínima de democracia, al no alcanzar la
mayoría de las voluntades. Una hipótesis a esgrimir es que, cuando la oferta
electoral no estimula, la abstención es la consecuencia.
Los
encargados de esa oferta —como un supermercado llenando la góndola con
productos— son los ya inexistentes partidos políticos. Instituciones —como tantas
otras— que actualmente financiamos solo para generar un desorden de ideas.
Pero, al parecer, el problema no es solo la calidad de los productos en la
góndola: el problema es la edificación misma del supermercado.
Estos
datos muestran que estamos dejando de lado el derecho político por antonomasia,
aquel que, además, fundamenta el derecho a la igualdad —una persona, un voto— y
por el cual tantos y tantas han luchado y se han sacrificado.
Esto abre
una pregunta fundamental: ¿los integrantes del contrato lo han abandonado
porque (1) están motivados únicamente por el auto-interés y no se orientan a
obtener reglas imparciales —entendiendo que cuanta mayor participación de los
afectados, mayor imparcialidad en la toma de decisiones— o porque (2) no creen
que ese mecanismo sea adecuado para alcanzar dichas reglas?
El
sufragio ha sido presentado como el máximo logro alcanzado, bajo la idea
reducida de que democracia equivale a votar. Cuando, en realidad, una
democracia con sustento constitucional es todo lo que sucede entre acto
y acto eleccionario.
Lo
ocurrido hace unas semanas en México —la supuesta democratización del Poder
Judicial a través de la elección directa de jueces— es un ejemplo claro. ¿Qué
clase de democratización puede haber si no existe ninguna capacidad de control
ciudadano sobre los jueces electos, ni existió previamente ningún filtro
ciudadano para determinar su candidatura? Además, se trató de una reforma
impulsada por un solo poder del Estado: un poder constituido que busca instigar
al poder constituyente.
En
cualquiera de los casos, se nos presenta un problema. Y eso debería
despertarnos una sensación de alerta, de necesidad de búsqueda de soluciones.
Apropiarnos de una ética kafkiana que nos exija actuar de tal manera que los
ángeles siempre estén despiertos.
Cuando se
trata de enfrentar un problema, lo primero que debemos hacer es identificarlo.
El historiador holandés Rutger Bregman, en su libro Utopía para realistas,
lo explica muy bien en un pasaje. Afirma que, si hay una institución capaz de
cambiar el curso de la historia, esa es la escuela. Sin embargo, lejos de
asumir ese rol transformador, los grandes debates sobre educación están
centrados en el formato. Se ha convertido en un medio de adaptación y
flexibilidad para la vida. El foco se pone en la didáctica, no en los ideales;
en la competencia, no en los valores.
Nos
capacitan para resolver problemas, pero no para pensar qué problemas vale la
pena resolver. Somos meros seguidores de tendencias, cuando en realidad
deberíamos ser quienes las crean. Porque es nuestra competencia —la de la
sociedad— determinar qué es lo que verdaderamente tiene valor.
Eric
Fromm, en su libro El miedo a la libertad, sostiene que el hombre
moderno, liberado de los lazos de la sociedad preindividualista, no ha
alcanzado la libertad en un sentido positivo, es decir, como desarrollo de su
potencial intelectual y emocional. Si bien esa libertad le ha brindado
racionalidad e independencia, también lo ha aislado, volviéndolo impotente y
ansioso. Ese aislamiento le resulta insoportable, y ante esa incomodidad puede
optar entre luchar por realizar su libertad positiva o renunciar a la
responsabilidad que conlleva. Y cuando renuncia, lo hace siempre en favor de la
sumisión, de la dependencia, del totalitarismo.
Hace unos
días, el presidente Javier Milei afirmó abiertamente su crueldad hacia los
gastadores, los empleados públicos y los estatistas, y acusó a la oposición de
ser “parásitos mentales”. A esto se suman sus constantes embestidas contra los
medios de comunicación y las universidades públicas, instituciones
fundamentales de toda democracia liberal.
Un informe
del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) reveló que en
Argentina el 10% de la población concentra el 59% de la riqueza del país, mientras
que, como contracara, el 50% de los argentinos posee apenas el 4%. Asimismo, el
informe señala que Argentina encabeza el ranking de países más endeudados con
el Fondo Monetario Internacional (FMI), con una deuda que asciende a 63.986
millones de dólares. Le sigue Ucrania, con un compromiso de 15.000 millones;
una cifra cuatro veces menor.
En nuestro
país, existe una élite que ha capturado el Estado mientras habla mal de él. Es
un nivel de irracionalidad alarmante, una irracionalidad que contribuye directamente
a la falta de motivación para participar políticamente.
Cuantos
más sean los ciudadanos sin derechos, mayor será el nivel de abstención en los
actos eleccionarios. Y esto es grave, precisamente porque el problema es
complejo, lo que —por lógica— nos indica que la solución también lo será. Una complejidad que se refiere a la
necesidad de considerar múltiples factores, imposibilitando su comprensión en
términos de simplificación o reducción.
Lo
interesante, sin embargo, es que para alcanzar esa solución se requiere una
mayor participación de los integrantes del contrato social.
Estamos
presenciando un cuerpo social que está a punto de morir, pero que todavía no ha
muerto. Y, por lo tanto, nada nuevo nace.
sábado, 21 de junio de 2025
José Saramago
Háblame de cosas profundas, ya fue tanta superficie.
Este
cuento de Saramago, creo que es profundo, porque busca explicar cómo el
individuo sabe que para encontrar su propia identidad, debe transcurrir su vida
entre la realidad y el sueño. Debe lograr escapar de la burocracia, la
arbitrariedad y el poder descarnado, que sería la mediocridad.
Se inicia
así:
El
protagonista, acude a la puerta de peticiones del rey, pero a diferencia de
todos, no pide títulos, sino que pide hablar con él. Ante la presencia del Rey,
el sujeto que ya había pasado tres días esperando, le exige, dame un barco, Perplejo el Rey, pregunta,
para qué quieres un barco, Para ir a la isla desconocida, manifiesta el hombre,
y adonde esta esa tal isla, replica el Rey, no lo sé, porque es desconocida, acto
seguido afirma el hombre, es imposible que no exista una isla desconocida.
El
protagonista, en el muelle elige el barco, y de manera sorpresiva aparece la
mujer de limpieza del Rey, que muy atenta estuvo, tiempo atrás a su petición;
También ella, quería ir en búsqueda de la isla desconocida.
Saramago,
es realmente hermoso, porque no nos muestra un solo valiente en un mundo de
cobardes, si no que nos muestra dos. Nos abre la posibilidad de un encuentro,
Allí, fruto de una conversación, que no sería posible si no fuese por ambos, el
protagonista nos puede iluminar, diciendo, quiero encontrar la isla
desconocida, quiero saber quién soy yo cuando este en ella, No lo sabes, Si no salís
de ti, no llegas a saber quién eres, Que es necesario salir de la isla, para
ver la isla.
Es esta
una historia de constante búsqueda, de encuentros y desencuentros, Con un final bellisimo, donde ambos personajes se reconocen en uno, amándose lo
suficientemente fuerte, el uno al otro, tomando el camino de soñar, un camino
azaroso, pero voluntario.
El último
párrafo es realmente maravilloso. Para mí es la biblia de un optimismo
inteligente; que es decir: Si soñamos suficiente, todo es realidad.
Aquí en
versión Pdf. https://www.uv.mx/blogs/lectores/files/2012/11/el-cuento-de-la-isla-desconocida.pdf
Yo tengo
una edición muy linda con ilustraciones de Manuel Estrada. Es un cuento de
niños. La compre en una cooperativo de libros, a la entrada de una iglesia. Fue
un gran día ese.
jueves, 19 de junio de 2025
Nota a Andrea Colamedici
Algunas ideas sueltas de esta gran entrevista.
Estudio y
practico la tecnología para odiarla mejor.
El abuso de
la información expande la ignorancia con la ilusión de eliminarla.
La prueba
de una inteligencia de un primer orden es la capacidad de contener en si misma
pensamientos contradictorios y funcionar bien.
Capacidad
de contener en uno mismo pensamientos que se relacionan con otros.
Hay que
mostrar el horror pero también las prácticas de la resistencia invisible.
El talento
es una larga paciencia. Es la capacidad de comprometerse con algo que te
interesa.
Nos
encontramos perdidos. Sé que el abismo me mirara.
Si la gente te habla de un rio imaginario, no le dices que el rio no existe, sino que creas un puente imaginario.
Nos
encontramos hipnotizados en una satisfacción siempre prometida pero nunca
alcanzada.
La
felicidad y el sentido surgen a través de las relaciones.
Falta el
gusto por la profundidad.
Toma ese
tiempo perdido, toma ese tiempo vacío, recupera el derecho a lo inútil,
simplemente por que la filosofía no le sirve a nadie.
Si
entiendes que cada instante es diferente puedes proteger cada instante de ser
manipulado.
Quiero
elegir y el concepto subyacente es la elegancia.
Curioso es
el que cuida las cosas.
Somos los
jardineros del mundo.
Hay
ideologías que son incapaces de abrazar la muerte. Tenemos que tener angustia
para darnos cuenta que somos mortales. La única manera de encontrarnos es
perdernos lucidamente.
Esta es la
mejor época para vivir porque estamos aún paso de que se termine todo pero
también a un paso de transformarlo.
sábado, 14 de junio de 2025
lunes, 2 de junio de 2025
Votar es como elegir pareja
Quizás votar sea como elegir una pareja. Nadie elige un nabo como pareja. Terminar con una calentura es otra cosa, pero pareja, es decir, tener una relación medianamente duradera es algo más serio y ahí nadie elige a un nabo como pareja. Votar no se parece tanto a terminar con una calentura, sino más bien, a la acción misma de elegir pareja en tanto ese sujeto elegido te representaría por un tiempo que casi nunca baja a menos de cuatro años. Votar, entonces, es como elegir pareja. Y para eso, nos interesa saber que hizo, que hace y que piensa hacer esa persona. Nos interesa su forma de hablar, su forma de actuar ante hechos cotidianos, su nivel de cortesía, de respeto, su manera de entender el mundo, los problemas que identifica para buscar soluciones, su grupo de amigos, familia, su contexto, y el trato empático hacia los demás, hacia vos. Votar es como elegir una pareja. Y si nadie te convence y por lo tanto tu elección a alguien se vuelve un problema, lo mejor de todo es quedarse solo, es decir, elegir la soledad. Con el voto pasa lo mismo, si nadie te convence, ya sea por qué no hay nadie o porque hay alguien pero por una razón de circunstancias no se vuelve esa opción racional o simplemente no te llega la información relevante, lo mejor es votar en blanco. Quiero decir que en este caso la soledad es el equivalente al blanco, que además nos permite sugerir algo así como: “quiero una participación mayor que solo votar”, “quiero todo aquello que el voto no me da”. Así que si, quizás votar sea solo como elegir una pareja, y por favor, yo te ruego, no te pongas en pareja con un nabo.
domingo, 18 de mayo de 2025
Debate cruzado en el cierre de la Feria del Libro: Birmajer se retira antes.
Entre el cruce encendido de intelectuales en el panel de cierre y el bullicio amable de los pabellones, la Feria del Libro me ofreció dos días tan intensos como memorables.
Sábado 10 de mayo.
Acreditación y
bienvenida.
Desde
Coronel Díaz crucé hacia la avenida Santa Fe. Seguí derecho, rumbo a la Feria
del Libro, ubicada en el predio de La Rural, a la altura de Plaza Italia. Eran
las siete de la tarde, y la ciudad se movía con toda liviandad. El trayecto a
pie duraba unos veinte minutos, pero como me detuve a atarme los cordones de
los zapatos, me demoré dos minutos más.
En el acceso, sobre la Av. Santa Fe, una marea de personas chocaba contra los andariveles, Pude llegar a decir que tenía una pre acreditación como prensa. Lo probé con un correo y rápidamente me dejaron ingresar, llevándome a la sala de prensa para completar la acreditación final. Mariana, encargada de la sala, me entregó la credencial y me explico la disposición general del lugar.
—Quiero ir
a la presentación del libro Democracia Confederal II, de Cúneo —le dije.
—Perfecto —respondió—, eso comenzó hace media hora. Está en la sala Cortázar,
en el pabellón amarillo, justo en la otra punta de donde estamos.
Mariana me
explicó cómo llegar, y hacia allá fui. Crucé el patio, moviendo la mirada de un
lado a otro. La sala estaba repleta, con mucha gente agolpada en la puerta. Me
acerqué todo lo posible y mostré mi credencial recién sacada. El guardia de la
puerta me informo que no cabía ni un alfiler más. Me limité a sacar una foto de
baja calidad con el celular y me alejé.
En un
pasillo, dentro del mismo pabellón, vi a Juan Sasturain con un grupo reducido
de personas, no más de diez. Estaban en la presentación de una novela,
aparentemente escrita por autores españoles. Me senté allí, más que nada, para
leer la grilla de actividades y entender mejor el mapa que Mariana me había
dado junto con la credencial.
Al cabo de
un rato, decidí asistir a la charla De Macri a Milei. El país inviable de
las élites argentinas, en la sala Ernesto Sábato, del pabellón azul. Aún
faltaban más de treinta minutos para su inicio. En el camino, me crucé con otra
presentación: El impacto de la inteligencia artificial en el ámbito legal,
en la sala de Espacio Digital. Escuché las primeras reflexiones, que advertían
sobre los peligros que la tecnología representa para una serie de derechos
conquistados. Se habló de la necesidad urgente de debatir estos temas, de
transformarlos, de impedir que lo que hoy cuestionamos se convierta en nuestro
próximo yugo. Agradecieron la presencia del defensor del pueblo de la ciudad y
destacaron el carácter federal del libro, tanto por su contenido como por sus
autores.
Ya era
hora. Caminé con rapidez, como cualquier persona de prensa, como cualquier
sujeto inmerso en la urgencia de los saludos y la ansiedad de llegar a tiempo. Pise un poco más la alfombra roja manchada por miles de zapatos y zapatillas.
Todo el predio estaba lleno de libros, pantallas y carteles.
En uno de
los pasillos, vi a Pamela Stupia firmando su último libro, Donde las
mentiras sean eternas, en una mesa pequeña con un cartel aún más pequeño
que anunciaba: “Hoy firma Pamela Stupia”.
La sala
Sábato también estaba colmada. Aún no habían abierto las puertas, pero la fila
que la rodeaba lo decía todo. Mostré nuevamente mi credencial. El guardia de la
entrada me pidió que aguardara un momento. Al poco rato apareció un señor de
baja estatura, con barba, poco cabello, y una cámara con lente prominente
colgada al cuello.
—¿Sos
prensa? —me preguntó.
—Sí —respondí.
—Bueno, entremos —dijo, levantando la cinta negra que dividía los espacios.
Y así,
estábamos adentro. Claro, esto es el periodismo —pensé—. Yo recién me doy
cuenta.
En apenas
cinco minutos, la sala, con capacidad para 80 personas, ya alojaba a 100. Los
organizadores de la editorial discutían con los de la feria por el ingreso. En
el escenario, Roberto Feletti —junto a Tomás Crespo, ambos autores— comenzó su
intervención diciendo que el país corre un serio riesgo. Las élites, afirmó,
están rompiendo como nunca antes con la idea de nación. La acumulación de
capital y su posterior fuga al exterior están poniendo en grave peligro al
país. La crisis no es fiscal —insistió—. Ya lo demostró el ajuste brutal de
este gobierno, que aun así acude al FMI. Entonces, la crisis es externa. Hay
que juntar dólares en el banco central, y eso, las élites no lo están
permitiendo.
Salí de la
sala. Volví a los pasillos, dirigiéndome hacia la salida. Salí por la avenida
Sarmiento y caminé en dirección a Las Heras, para luego llegar a la calle
Juncal. A la altura de República de la India, vi la luna, en los albores de su
plenitud. En Juncal al 3300, me detuve en un café. Pedí un cortado y, sobre la
mesa, vi la portada del diario Clarín: "Ficha Limpia: Rovira
admitió que Milei le pidió votar en contra".
Domingo 11 de mayo.
Debate final
en el cierre de la feria de libro.
Llegando
justo, trabe la bici en Plaza Italia y volví a entrar por la Av. Santa Fe. La
unidad de los cuerpos pasando sobre la senda peatonal me impedía el paso y la
llegada a tiempo. Me escanearon el código de la credencial e ingresé. Fui
directo al pabellón blanco, subí las escaleras en zancadas y me dirigí a la
sala Victoria Ocampo. El debate final aún no había empezado y todavía quedaban
algunos lugares libres en el fondo. La prensa, al igual que los invitados,
tenía reservados los espacios del frente.
Me senté
en la tercera fila. Frente a mí, tres periodistas se preparaban para redactar
lo ocurrido: dos con libretas, una con un ordenador. Tres o cuatro fotógrafos
disparaban flashes sobre el escenario. Los expositores, de izquierda a derecha,
eran Claudia Piñeiro, Dolores Reyes, Marcelo Birmajer y Tomás Abraham. La
moderación estaba a cargo de la periodista Hinde Pomeraniec. Los ejes del
debate, dos: reflexionar sobre la cultura en el país de la libertad —porque la
palabra censura volvió a nosotros— y discutir el valor de las palabras.
La periodista dio inicio al encuentro y cedió la palabra.
Birmajer
fue el primero en tomarla. Afirmo que hoy se enfrentan dos formas de ver el
mundo: la democracia liberal y el fundamentalismo que la combate. Mencionó a la
república islámica de Irán y trajo a colación dos atentados sufridos en nuestro
país: la AMIA y la embajada de Israel.
Dolores
Reyes, que había sido señalada por sectores del gobierno nacional por su libro Cometierra,
incluido en planes educativos bonaerenses, expresó que en un país donde una
mujer muere cada día a manos de la violencia machista, no puede existir la
libertad.
Se citaron
autores censurados durante la última dictadura cívico-militar. Claudia Piñeiro
retomó el eje diciendo que se habla de censura porque, simplemente, hoy existe
la censura. No es previa, es indirecta. Según explico, la censura se ejerce hoy
a través de la violencia, especialmente en redes sociales. Redes que, advirtió,
no están tan alejadas de la realidad. Incluso, aunque las denuncias penales
contra periodistas no prosperan, generan autocensura por miedo a meterse en
problemas.
La sala,
de grandes dimensiones, ya estaba colmada. A través de los ventanales laterales
se filtraba el sol del ocaso, proyectando su reflejo sobre los arcos de La
Rural. Entonces habló Tomás Abraham. Sostuvo que no hay censura en una
democracia con alternancia: Decimos lo que queremos, cuando y donde
queremos. No hay quema de libros, no se mata a nadie. Pero aclaró que la
democracia no garantiza la libertad cuando la mafia está en el poder.
Citando la
película El maldito, de Fritz Lang, habló del valor de la ciudadanía. Señaló
que existe un poder cultural que define qué libros merecen reseñas y cuáles no. Se degrada, se escracha. Ese es el precio
de la libertad: hablar más fuerte, incluso desde la soledad. En la
dictadura se apresaba, en democracia se cancela.
La
moderadora dio paso al cruce de opiniones.
Abraham se
dirigió a Birmajer: Existe otro fundamentalismo muy peligroso: el
fundamentalismo judío. El público aplaudió, aunque con menos entusiasmo que
en las intervenciones de Reyes y Piñeiro. Luego agregó que las guerras ya no
existen; ahora lo que existe es la destrucción de la humanidad, cuyo único
beneficiario parece ser la industria armamentista.
Birmajer
reafirmó su postura, sosteniendo que en el mundo islámico fundamentalista la
desigualdad de género es abismal, mucho más que en las democracias liberales.
Piñeiro lo
interpeló, pidiéndole que evitara el uso del término woke con tono
despectivo, como lo había hecho minutos antes al responsabilizar a ese
movimiento de que alguien como Milei esté hoy en el poder.
La escritora
también cuestionó a Abraham, afirmando que sí existe censura estatal, ya que se
sostiene —de una forma u otra— a grupos que atacan a quienes piensan distinto.
Esta vez los aplausos fueron más contundentes. Las caras serias de los varones
en el escenario eran el contraste.
Birmajer
retomó, mencionando la imposición del uso del lenguaje inclusivo —la
"e"— durante el Kirchnerismo. Se escucharon murmullos. Quiso explicar
el término woke, pero la moderadora intervino: A las mujeres no se
les explica nada, y soltó una risa. Birmajer no dijo más.
Dolores
habló de El Eternauta y de German Oesterheld. Ambas escritoras contaron
que reciben amenazas en redes. Dolores denunció, además, que hoy los presos por
delitos de lesa humanidad son tratados como presos VIP.
La
moderadora cedió la palabra a Abraham, que había permanecido en silencio un
rato. Con voz alta y densa, dijo: Me parece que les encantan los Falcon
verdes. Se complacen con la tragedia. Basta de ir para atrás. Vamos para
adelante alguna vez. Movía mucho las manos. Basta con la historia de la
memoria. Hubo un segundo de silencio. Alguien del público respondió: Sin
memoria no hay futuro, y se escuchó un canto: ¡Memoria, memoria!
Birmajer
insistió con el tema del lenguaje inclusivo. Los murmullos crecían. La
moderadora anunció que Marcelo debía retirarse. Él agradeció la invitación, se
levantó y se fue, no sin antes, ya alejado del micrófono, decir: Esto se
está volviendo un show.
Abraham
continuó diciendo: Victimizarse es darle un regalo al otro. Yo me enfrento
al otro. No le regalo nada. Soy más digno.
Tras una
intervención de Dolores sobre sus visitas a ferias del libro en el exterior,
Abraham la miró y le preguntó: Dolores, ¿cómo hacés para que te inviten a
tantas ferias? Yo también quisiera viajar más. El público se rió.
Piñeiro
intervino. El filósofo cerró diciendo que él no habla de lo que hace, que
simplemente lo hace y le importan tres carajos los aplausos.
Luego de
casi hora y media se terminó el debate.
Inmediatamente
sonó jazz.
Cuando bajé, me encontré con la sala J. Hernández en el
pabellón rojo, donde
Jorge Fernández Díaz presentaba su último libro: El secreto Marcial. La
actividad ya estaba por terminar, así que pedí entrar solo para hacer unas
fotos, pero el guardia de la puerta no me dejó.
En
aproximadamente treinta minutos, en ese mismo lugar tendría lugar la
presentación del libro Zurda, de Myriam Bregman.
Me fui a
caminar por los pabellones amarillo, verde y azul. Pasé por los stands de
Sudestada, la SADE y Siglo XXI. Al llegar a la sala Ernesto Sábato, vi desde
afuera a Gustavo Sylvestre presentando su libro Pepe Mujica, ligero de
equipaje.
Al salir,
justo frente a la pista central, en un pequeño escenario al aire libre, escuché
a Tamara Tenenbaum decir que quien escribe debería presentarse a concursos,
porque el tiempo límite impide que uno se deshaga de una idea que no termina de
convencerlo.
Ese
domingo 11 de mayo estuve casi cuatro horas dentro del predio. Terminé la
jornada en las gradas, mirando hacia el pabellón Martínez de Hoz. Tomaba café y
escuchaba a Kevin Johansen, que se presentaba junto a Liniers. Sonaba No voy
a ser yo, de Drexler. Desde allá arriba se veía el vendaval de gente que
iba y venía: grandes y chicos, jóvenes y adultos mayores, camperas de jean, de
cuero, sacos de corderoy. Lleno de mujeres hermosas y hombres divertidos. Me
sentía cansado, pero a la vez vital.
Descendí
de la tribuna volando. Me dirigí hacia la salida. Otra vez la avenida
Sarmiento.
Otra vez
la luna.
sábado, 3 de mayo de 2025
Deuda, dominación y ceguera democrática
Del ajuste al endeudamiento: la continuidad de un modelo que posterga la soberanía.
¿De qué sirvió la motosierra, ajustarnos,
el recorte del gasto público? ¿Dónde están las inversiones, o el camino hacia
ellas, el trabajo? La inflación del mes de marzo ha aumentado, aunque creíamos
que, con la amputación vivida, ya no volvería. En esa relación, los sueldos y
las jubilaciones descendieron; pero, a pesar de todo, la nación Argentina en el
mes de abril vuelve a pedir prestado al Fondo Monetario Internacional. Estas,
son algunas de las declaraciones que circulan dentro del arco opositor.
Cuando hablan los técnicos, la probabilidad de confusión es grande. Gino Germani expone la paradoja de la democracia: la situación de ignorancia en la que se encuentra el ciudadano común respecto a la solución de los problemas de la política económica y financiera lo coloca en una condición de ceguera. Si la revolución democrática consistía en quitarle la venda al pueblo para que llegara a la luz, lo cierto es que la mayoría sigue con la venda puesta. Así, la acción de gobierno queda confiada a quienes “saben”, a los técnicos, a los expertos, sin posibilidad de control alguno.
Ante esto, me interesa escribir sobre la deuda de la forma más clara posible, dirigida a lo que el sociólogo Alfred Schutz llamaría el ciudadano bien informado: un tipo ideal que se encuentra entre el experto y el hombre común. Para ello, me apoyaré principalmente en un artículo de Rodolfo Terragno, titulado “Deuda. El que toma prestado es siervo del que presta”, incluido en su libro Memorias del presente (1985). En ese texto se desprende una idea simple, si una nación necesita pedir prestado, hay una alta presunción de que algo no anda bien.
El autor inicia su análisis citando un proverbio bíblico: "El rico señorea sobre el pobre, y el que toma prestado es siervo del que presta". En un contexto de extrema desigualdad mundial, se vuelve sencillo determinar quién presta y quién pide.
Terragno continúa señalando que el sistema económico internacional ha entendido muy bien el mensaje de Dios: el prestamista domina al prestatario, inyectando dinero en los "pueblos elegidos" y sembrando necesidad en los "pueblos condenados".
Celso Furtado, economista brasileño citado por Terragno, sostiene que en el mundo existen dos tipos de naciones: las centrales (elegidas) y las periféricas (malditas). En su opinión, el endeudamiento de los países periféricos fue el instrumento que permitió la "transnacionalización de la economía", un objetivo estratégico de las grandes corporaciones. Esta estrategia buscaba homogeneizar los mercados nacionales, generando deseos de consumo similares entre poblaciones distintas, para luego dominarlas a través de productos idénticos. Es un resumen de la globalización.
Permítanme el siguiente agregado. Beatriz Sarlo, en Escenas de la vida posmoderna (1994), señala que en oposición al paisaje tradicional del centro de la ciudad con todas sus extremidades, el “shopping” se presenta como una cápsula espacial diseñada por la estética del mercado. Según Sarlo, todos los shoppings son, en algún punto, idénticos: las mercancías refuerzan la uniformidad de un espacio sin cualidad. Así, si uno descendiera de Júpiter, solo el papel moneda y la lengua de vendedores, compradores y mirones permitirían identificar en qué país se encuentra.
Dado que las naciones periféricas contaban con estructuras productivas débiles y rezagadas, y con mercados internos de escasa capacidad para asimilar esos hábitos de consumo propios de los países desarrollados, la única forma de hacer viable la expansión fue, por un lado, inyectar dinero en sus economías, y por otro, promover la concentración de la renta en un sector reducido de la población. De este modo, se creó un microclima económico donde sí era posible reproducir patrones de consumo ilimitado, necesarios para la rápida expansión de las corporaciones.
Este modelo de (mal) desarrollo, injertado en las economías de los países periféricos, provoco nuevos desequilibrios. En la misma línea, Prebisch, en el primer informe de la CEPAL sobre “Los principales problemas de América Latina”, deja sentado su teoría en la que sugiere que el comercio internacional se organiza en torno a un intercambio que es desigual entre una periferia – países que se especializan en la extracción- y un centro – países que exportan bienes manufacturados-. En el tiempo, dice Prebisch, los precios de la materia prima disminuyen en relación a los precios de los bienes manufacturados; ello lleva a la necesidad por parte de los países periféricos a exportar más para mantener la misma cantidad de bienes importados, o a pedir prestado, muchas veces – a los fines de adquirir tecnología y maquinaria- para exportar más. Falta de industrialización, por una dedicación a la extracción, a su vez, por una necesidad en la recaudación. De cualquier forma, las elecciones son problemáticas.
Actualmente, el crédito es la preferencia ante cualquier alternativa que desarticule el orden económico internacional, y los acreedores, a pesar de sus lamentaciones, quieren seguir prestando. Lo que en verdad desean es seguir dominando.
Si bien el análisis hecho puede parecer generalizador, Furtado no niega la complejidad del asunto de la deuda latinoamericana. No obstante, destaca que el proceso de “internacionalización” y “endeudamiento” ha ocurrido tanto en economías en crecimiento como en otras que no, tanto en países importadores de petróleo (Brasil) como exportadores (Venezuela). Lo que si se repite es la existencia, en cada país deudor, de una “casta” asociada al acreedor.
“Los Argentinos ya nos dimos cuenta que es imposible hacer una Argentina distinta con los mismos de siempre”; era una frase de campaña del año 2023. Sin embargo, detrás de esa frase venia el actual Ministro de Economía, que hoy nos insta a creer que, a pesar de repetir las mismas recetas, esta vez todo será distinto. Como dijo Einstein: “Tonto es aquel que haciendo siempre lo mismo, espera resultados diferentes”.
La casta a la que se refiere Terragno no solo intercambia favores y comisiones. También pertenece a una poderosa herejía que afirma que el rico debe señorear sobre el pobre, y unas naciones dominar a otras. Para eso, necesitan unidad entre los dominadores y división entre los dominados. Nunca dejo de recordar una frase de Zygmunt Bauman, en su libro La cultura en el mundo de la modernidad líquida (2013): "Cuando los pobres se pelean con los pobres, los ricos tienen todas las razones para frotarse las manos con alegría".
Los prestamistas actúan como si sus créditos fueran una bendición, y se indignan ante la “ingratitud” de los deudores. Pero el problema ya no es solo económico. Es político. Se trata de soberanía, uno de los conceptos fundantes de cualquier manual de ciencia política. Los gobiernos endeudados aplican políticas recesivas dictadas desde el extranjero, que afectan directamente la calidad de vida de su población. Ese, nos dicen, es el precio del “rescate”.
Hace unos días, la titular del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, sugirió que los argentinos deberían votar por el oficialismo en las próximas elecciones legislativas. El nivel de ceguera democrática en el que estamos sumidos nos lleva a aceptar que alguien que nada sabe de nuestra nación, escudado en su saber técnico y con evidentes intereses geopolíticos, nos diga qué rumbo tomar.
Permítanme cerrar con un fragmento de la novela Ensayo sobre la lucidez, de José Saramago. En una conversación entre el Ministro del Interior y el Alcalde, tras unas elecciones en la ciudad en las que triunfa el voto en blanco, el Ministro pregunta: ¿Qué piensa entonces que deberíamos hacer? Nada. Por favor, querido Alcalde, no se le puede pedir a un gobierno que no haga nada en una situación como esta. Permitame que le diga que en una situación como esta, un gobierno no gobierna, solo parece gobernar.
Link del diario: aquí
lunes, 24 de marzo de 2025
lunes, 17 de marzo de 2025
Invitación a Hagamos Con Dialogo
Hagamos Con Dialogo es un ciclo político constructivo que busca el dialogo ciudadano sobre todo aquello que nos afecta. Buscamos construir una arquitectura institucional propicia para canalizar nuestros pareceres y maximizar las probabilidades de las decisiones correctas desde un punto de vista de la justicia sustantiva. Justicia aceptada por todos.
El primer conversatorio, titulado "El futuro de la cultura: diálogo abierto con el Secretario de Estado de Cultura de la Provincia de Misiones, José Martín Schuap", Tendrá lugar el día 20 de marzo del 2025 desde las 20.00 horas, en la Peña Misionero y Guaraní (Buenos Aires 1546, Posadas).
Te invitamos a asistir con dudas y afirmaciones.
Además, la org. Impresión de Ideas visibilizara peticiones publicas ciudadanas, y se exhibirán las portadas de la Revista de Cultura: "Fundación" publicadas en la Provincia de Misiones, entre los años 1980 y 1982.
Concepto
El sistema de la pre modernidad se basa en una regla simple: el principio de autoridad. La disputa se termina cuando alguien investido de autoridad -como el hombre de familia, sentado en la punta de la mesa- exclama a puño cerrado: “Esto es así porque yo digo que es así”. La modernidad, en cambio, se fundamenta en una regla más compleja: el ideal de que la mejor decisión es la que toman todos los afectados por ella, con toda la información relevante, en condiciones de igualdad y de forma unánime. Al menos eso aquí, en sociedades occidentales. (Bohmer, 2015)
El sistema moderno constituye dos pilares fundamentales: la democracia por un lado y la constitución por el otro; es decir: la democracia constitucional. En principio, afirmando la complejidad del asunto, la democracia se centraría en las preguntas relativas a quien y como se decide, esto es, el foco puesto en el procedimiento de la decisión. En cambio, lo constitucional, se preocuparía por el contenido de la decisión, esto es, la pregunta relativa al qué se decide. Su exigencia entonces, recae en el respeto hacia los derechos fundamentales consagrados en su mismo cuerpo legal. (Martí y Giufré, 2024)
A grandes rasgos, esos derechos fundamentales serán condensados para estos fines, en el principio milliano de actuar sin dañar a otro. Es así, que en la deliberación previa a la toma de una decisión publica, no podre imponer, ni utilizar, ni aumentar mi autonomía individual disminuyendo la de los demás. Pero la excepción a esta regla, es el consentimiento libre e informado de la persona que se auto limita, se auto restringe, dignificándose en la voluntad de ingresar al contrato social, exigiendo reconocimiento y falta de desconocimiento personal de los otros. Como diría Jeremy Waldron, “el derecho a la participación”, es “el derecho de los derechos”(Waldron, 2005, como se cito en Martí y Giufré, 2024). En esto, resuena el famoso grito de Joseph Merrick: “No soy un monstruo. Soy un hombre”.
A primera vista, parece haber consenso en torno a dos ideales: la autonomía individual (libertad personal) y el autogobierno colectivo (la democracia). Permítanme asentar una noción brevísima de ellas que decante de lo dicho con anterioridad.
La primera, implica escoger y llevar adelante, los propios planes de vida; una religión, una orientación sexual, una forma de soñar. Asumo la idea de que en la medida que no exista riesgo de daños relevantes a terceros (lo ya dicho), soy soberano de mi existencia. No obstante, esa identidad individual, tal como diría el filósofo canadiense Charles Taylor, se construye siempre en dialogo con lo mirada de los otros, a veces en armonía y a veces en lucha (Charles Taylor, 1992, como se cito en Gargarella, 2021)
La segunda, la del autogobierno colectivo, implica lo que autor Roberto Gargarella (2021) denomina el derecho como una conversación entre iguales. Las partes fundamentales de esa conversación son: (1)la igualdad, en tanto todos compartimos la misma dignidad moral, sentido que nos hace valer todos lo mismo; la existencia de (2)desacuerdos, característica propia de sociedad modernas, diversas y plurales; (3)la inclusión de todas las personas afectadas en la deliberación, siendo que cada persona es el mejor juez de sus propios intereses, y la falta de una ellas es una perdida fundamental en un punto de vista que siempre es único; (4)la deliberación como oportunidad para intervenir en el debate e intercambiar razones, y que la (5)discusión sea sobre un tema de interés público. Por último, (6) el dialogo debe ser abierto, continuo e inacabado. Por qué cambiamos, porque podemos arrepentirnos o equivocarnos y reescribir lo acordado. Por qué podemos discutir en el quien, el cómo, y hasta el que del contenido. Nada es inmutable, todo se construye.
Esos pilares fundamentales, la democracia y la constitución, pueden parecer en tensión, pero en realidad se complementan, en tanto la creación de derechos fundamentales solo se justificarían en la medida que sean el resultado de un proceso democrático deliberativo, mientras que este procedimiento democrático solo se justificaría en la medida que sea respetuoso de los derechos fundamentales consagrados en la constitución. Uno condiciona a otro, y a la inversa. (Habermas, 1995)
Un ciclo no tiene principio ni fin. Es un movimiento constante, la vuelta de los astros que se vuelven sobre sí mismos. El agua que se escurre por la tierra y regresa con la lluvia alerta. Como las estaciones que se suceden y renuevan el aire; como una conversación que no se agota y transforma. En Hagamos Con Dialogo cada voz cuenta, cada idea suma, y nos acerca, a los otros, a nosotros...
Su objetivo fue difundir las actividades e inquietudes vinculadas a la producción cultural, incentivar el crecimiento local e instalarse como punto de partida para las diversas manifestaciones de la provincia de Misiones.
miércoles, 5 de marzo de 2025
.-
https://www.lavozdemisiones.com/posadas/posadas-y-su-arquitectura-historica-lo-patrimonial-debe-instalarse-culturalmente/
jueves, 27 de febrero de 2025
La Constitución le da la espalda a este gobierno
El gobierno nacional argentino, en lo que va de su mandato, ha arrasado con la ley de acceso a la información pública, gobierna sin presupuesto, ejerce censura previa atentando contra la libertad de expresión e insulta, de la forma más vulgar conocida, a todos aquellos que no piensan como ellos. Ahora, designa por comisión a dos jueces para ocupar el máximo tribunal del país. Se queja de la política y, en respuesta, quiebra el derecho. ¿Hasta cuándo?
En una república, el respeto a la
Constitución no es una opción, sino una obligación. Sin embargo, en Argentina,
la designación de jueces de la Corte Suprema en comisión pone en jaque el
equilibrio de poderes y reaviva un debate que nunca debería haberse planteado:
¿puede el Poder Ejecutivo pasar por encima del Senado para definir la
composición del máximo tribunal? La respuesta, en un Estado constitucional como el nuestro, es un rotundo no.
El Poder Ejecutivo nos dice que,
debido a que el Senado de la Nación no trató los pliegos de Mansilla y Lijo el
año pasado, se configura una razón política que “politiza la justicia”. Sí, así
como leen. Afirma que no tolera que los intereses de la política se impongan
sobre los del pueblo argentino. ¿En serio sigue el verso?
Se remite al artículo 99, inciso
19, de la Constitución Nacional, alegando la facultad de cubrir vacantes en empleos que requieran acuerdo del
Senado cuando estas ocurran durante su receso.
Sin embargo, ni los jueces de la Corte Suprema son empleados, ni la vacante en
cuestión ocurrió en un receso (la jueza Highton de Nolasco dejó su cargo en
2021).
Además, este gobierno, con
inclinaciones despóticas, omite deliberadamente el artículo 99, inciso 4, que
exige que el nombramiento de los magistrados de la Corte Suprema cuente con el acuerdo del Senado mediante una mayoría
agravada de dos tercios de los miembros presentes. Desde su reforma en 1994, la
Constitución ha sido clara y explícita al respecto. Su finalidad no ha sido
otra que limitar el poder del presidente y garantizar un equilibrio de poderes,
lo que se conoce como checks and balances. La Constitución introduce una
cláusula democrática que exige el mayor consenso social posible para una medida
de tal envergadura. No es difícil de entender: un poder del Estado no puede
elegir discrecionalmente a los integrantes de otro poder del Estado,
especialmente cuando este último tiene la función de controlarlo. Que el
controlado sea el contralor es tan absurdo como intentar detener la mente con
la mente.
Si bien las interpretaciones
constitucionales pueden ser flexibles cuando se trata de políticas públicas
sustantivas, como la ley de cupo para minorías (ej.) —una medida de política
representativa no judiciable—, cuando
la política afecta los procedimientos o las reglas del juego democrático, la
interpretación debe ser estricta, observada con la más alta sospecha y bajo la
presunción de inconstitucionalidad; atento el poder, siempre o casi
siempre, busca su expansión, no su limitación.
Cuando el gobierno de Javier
Milei dice que la política se impone sobre los intereses del pueblo argentino,
en realidad está describiendo su propio accionar: política de la monarquía, no
de la república. Si el Senado de la Nación no trató los pliegos el año pasado,
fue porque no hubo acuerdo, además de la fuerte presión social contra dos
candidatos —sobre todo el juez Lijo— con más manchas que algunos pingüinos
cubiertos de petróleo. Justamente, eso es lo que exige la Constitución
reformada en 1994: mayor participación ciudadana en instancias como audiencias públicas.
Mientras tanto, en su comunicado, el Ejecutivo habla de un servicio de justicia
eficiente cuando, en realidad, ha desmantelado los centros de acceso a la
justicia en los barrios más vulnerables del país, espacios que garantizan el
acceso a derechos básicos. No saben nada, no les interesa nada. Presuntos
estafadores designando a otros de su calaña. Basta de esconder la basura debajo
de la alfombra.
Ahora bien, te pregunto: ¿qué
seguridad institucional le queda al país si el Poder Ejecutivo puede decidir
unilateralmente la composición de la Corte Suprema, el organismo encargado de
garantizar el respeto de la Constitución? ¿Qué seguridad tenemos si un grupo de
lunáticos viola la Constitución sin enfrentar represalias? ¿Qué le queda a la
vida, a la libertad y a la propiedad privada? ¿De qué trata este liberalismo
pre-moderno?
Lo que está ocurriendo es
alarmante. Si las instituciones de nuestro país permiten la destrucción
flagrante de los procedimientos constitucionales establecidos, estaremos en
graves apuros. Todo será oscuro, y ver la luz será difícil. Muy difícil.
Este gobierno no solo le ha dado
la espalda a la Constitución: es la Constitución la que le da la espalda a
ellos.
Al link del diario: https://iky.b07.myftpupload.com/politica/la-constitucion-le-da-la-espalda-a-este-gobierno/
lunes, 24 de febrero de 2025
Con fluencia
-Es un capítulo de mi novela —me dice un amigo por mensaje de texto.
Le respondo que cuando esté terminada, la traiga, que la vamos a presentar en el espacio. Que ya estamos pensando en volver. Que ya estamos construyendo la excusa. Como el árbol, como la vida, como el amor.
Vos no estás loca. Los demás están locos. Pero tu locura yace en no darte cuento de eso.
El primer
fruto del árbol. Cuando me lo regalaron no media mas de 50 cm. plantado en un
recipiente que no albergaba mas de 2 litros. El regalo fue hecho hace mas de 4
años. La advertencia: -Si este árbol toca tierra libre, no hará más que crecer.
Y así fue.
Yo lo
plante en un lugar equivocado. A pesar de tener espacio, muy cerca del techo y
la pared. Cada vez que hablo bien de ella con mi padre, este me recuerdo mi
equivocación. Entonces, lo bello se vuelve un problema.
-Tarde o
temprano lo vas a tener que cortar.
Yo digo que
lo voy a podar y mantener en forma. Que cuando me vaya a estudiar afuera, será
otra gran excusa para volver; que no hace falta que me repitan mil veces mi
error; que yo lo sé bien, y lo siento suficiente.
Hace unas
semanas, en un bar, un joven se acerca a la mesa donde estaba con mis amigos y
me pregunto si yo era el pibe. Le digo que sí, preguntándole a la vez, de por
qué su curiosidad.
Me
respondió que le habían dicho que yo era una persona inteligente. Me sonreí y
le dije que no se ande creyendo todo lo que dicen, y que, en todo caso, ser
inteligente, tal como están las cosas, no tiene ningún valor. Me pregunta si siendo
inteligente se consigue chicas. Le digo que leyendo algo de poesía puede que
sí, pero mucho más siendo docente. Aunque para ninguna de ambas se necesita ser
inteligente.
Al rato,
salí a fumar a la vereda. El mismo joven me vuelve hablar queriendo saber que
fumaba. Le respondo que tabaco armado y le ofrezco uno. -No, no fumo, solo me interesa saber. Me
contesta. Le aclaro que saber está bien, pero más importante es entender. Menos
Hessel más Spinoza es la recomendación de Sabater en su libro Política de urgencia. No sé nada de
ninguno.
Quizás vos
naciste mucho antes o yo mucho después. Al parecer, como Graham en la novela “Antes
de conocerme” de Julián Barnes, mi problema es emocional; reconocer lo absurdo
de imaginar que tu vida pasada se organizó en vistas a encontrarse con la mía[1].
No fuiste
justa conmigo al hacer lo que hiciste; desaparecer como cuan fugaz estrella. En
otra ocasión, hubiera estado bien; pero en esta, la balanza se te desequilibró.
No pude evitar enamorarme; te pido perdón, pero el descubrimiento escapa al pensamiento, de lo contrario, no se descubriría nada.
Fue el
paisaje, la falta de ropa, nuestra unión en el agua, el exceso de calor. Cuando
me acerque al escenario, ya estaba algo borracho. Sonaba una hermosa canción
llamada: De película. El sonido quedo
grabado en mi memoria.
En mi
memoria, ya sé que fui yo quien mato al sapo, quien no quiso recoger al gato;
visibilice mi dolor, no hace falta hablar de ello, tampoco de mi enamoramiento
que no es amor.
No fuiste
justa conmigo cuando me dijiste que lo que hicimos lo podías hacer con
cualquiera, de la misma manera, con la misma intensidad e intimidad, con el
mismo cuerpo, con el mismo corazón. En otra ocasión hubiera estado bien, pero
en esta, la balanza se te desequilibró.
Cuando me
preguntaste por el significado de la estrella fugaz tatuada en mi mano derecha,
te respondí que era un deseo. Jamás rayaría mi cuerpo, aunque me gusten los
cuerpos rayados. Debía de encontrar un punto medio entre eso, y entonces me
tatué algo muy pequeño, pero con un gran concepto universal: el deseo. Luego,
me pediste que leyera un libro que vos mismo me ofreciste; alagar no habla muy
bien de vos; verso a verso, párrafo a párrafo, y cuando termine, me confesaste
que te gusto que te leyera, alagar no habla muy bien de vos; solo suspire y
mire al suelo, pensando en otro momento, en otra pieza, en otro sillón, en otro
color, deseando no haber escuchado aquello, no haber leído, no haber visto mi
mano derecha, el tatuaje, la estrella, lo fugaz.
En la librería, escuché a una mujer decirle a su pequeño
hijo, que acababa de tirar un vaso de plástico al suelo:
-Bueno, hijo, tampoco te deshagas de todo lo que no quieras.
Justo yo estaba pensando en soltar, a pesar de saber que
nadie habla de los soltados.
[1] Anthony Giddens. La transformación de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas. Catedra
Teorema. Pag. 17.
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